Roma criminal

Yo quise estar en la banda de “el Libanés”

“Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón quise ser un gánster”, con esta frase comenzaba Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990) y al igual que aquel Henry Hill interpretado por Ray Liotta, yo desde que tuve uso de razón quise ser un gánster. Y no digo gánster en el sentido de un Tony Montana ahogado en cocaína, ni la chirriante comparación que se suele hacer con politicuchos corruptos, sino en referencia a lo que un gánster lleva implícito: sus códigos de honor, la omertá, el guardar silencio incluso para con el enemigo, porque la traición viene cobrada con la muerte, a veces en vida. Ese respeto que se tienen entre ellos, aún llevado al extremo de la sangre, contrasta con  la hipocresía de “la vida real” y, salvando esa distancia, muchos deberíamos aprender de ello.

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«El Libanés», líder natural de la banda.

Vuelvo de los cerros de Úbeda, o quizás no me haya ido tan lejos, porque Roma criminal tiene todo lo que se le puede pedir a una serie sobre gánsters. Basada en la novela del juez Giancarlo De Cataldo, cuenta la historia basada en hechos reales del ascenso y la caída de una banda de delincuentes de finales de los 70 a principios de los 90 en Roma. Narrada con pulso firme, con una fotografía cuidadísima, algo que parece estar erróneamente de moda en las series, y respetando la historia. Queda lejos de las habituales producciones norteamericanas que tratan de estirar capítulos más de la cuenta o introduciendo elementos extraños que no hacen más que quitar verosimilitud al relato. Aquí todo encaja en un guión perfectamente hilado y bien documentado, ya que aunque no sepamos historia contemporánea italiana podemos comprender lo que se cocía tras las altas esferas.

En las calles de la actual Roma un anciano al que no deberían haber jodido anuncia voz en grito haber pertenecido a la banda de “el Libanés” y, tras una cabecera que nada tiene que envidiar a las de la HBO comienza una serie en la que cada capítulo es mejor que el anterior. Personajes redondos, sin maniqueísmos de ningún tipo, no se juzga y podemos sentir empatía por cada uno de ellos. Interpretados por actores desconocidos, del teatro o la misma calle, algo que aporta mayor realismo, la banda de “el Libanés” se nos hace familiar desde un principio, como si cada uno de nosotros pudiésemos pertenecer de alguna forma a ella.

VinicioMarchioni
Vinicio Marchioni es «Frío», uno de los mejores personajes que ha dado la televisión.

Personajes que seducen, sin edulcorantes, desde el propio Libanés, pese a que su actuación quede en ocasiones algo exagerada, pasando por “el Dandi”, un guaperas con aires de Jim Morrison, hasta “el Frío”, cuyo nombre lo dice todo y es el que más respeta esos principios de los que hablaba, más allá de un pacto de sangre. Los secundarios, otra galería a tener en cuenta, igual de bien escritos: “Fideo”, un Fredo de barrios bajos; los torpes hermanos Bufoni; la bella Patrizia, que saca lo mejor y lo peor del “Dandi”; el noble y siempre en su sitio “Cíclope”; el desequilibrado “Búffalo”; y así en un largo etcétera de cómplices, policías, asesinos, novias, hermanos y demás calaña a los que no les sobra ni una frase.

Roma criminal es una de las mejores producciones que se han realizado sobre el mundo del crimen organizado. No porque este género sea una de mis debilidades, que también influye, sino por la forma de tratar el tema; sin tapujos, violenta en la medida que debe y brutalmente directa. Veintidós capítulos que son veintidós joyas. Imprescindible para todo buen amante del género. De las series que no se comportan como un dispensario de comida rápida. Y del cine.

Gabriel Martínez Ruibal

Gabriel Martínez ha escrito 143 artículos en Ciempiés.

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