«Orange Is The New Black»: Resurrección

Tras una tercera temporada en la que parecía que la serie no daba más de sí, nos llega una cuarta donde los guionistas han sabido volver a encauzar una historia que parecía muerta. La siempre complicada mezcla entre la comedia mordaz, irónica y negra con el drama más duro que tan buenos resultados dio con la anterior creación de Jenji Kohan, Weeds, parecía estancarse por culpa de un problema de base y compleja solución, que no es otra cosa que la protagonista de la serie, Piper Chapman. Y no porque la actriz que la interpreta, Tylor Schilling, no de la talla, sino porque su personaje es demasiado inverosímil, nunca termina de encajar en una serie carcelaria donde las secundarias (y secundarios) le roban todo el protagonismo. La desaparición de Stella  Carlin (Ruby Rose), personaje que parecía hecho para mayor gloria de la protagonista y que hacía las delicias de gran parte del público femenino (y masculino también), era señal de que algo comenzaba a cambiar.

Suerte que su historia familiar se ha ido diluyendo, y cada vez más su propio papel, culminando en una tercera temporada en la que asistíamos una especie de intento ridículo de ser Al Capone completamente innecesario. En esta cuarta se consigue, en la mejor medida posible, salvar la situación introduciendo historias más consistentes y nuevos personajes más atractivos, que dejarán a la rubita en segundo plano. Y es que el sueño americano en una serie indie no pinta demasiado; con el transcurso de los capítulos da sensación de que los guionistas se estaban confundiendo y han conseguido de forma eficaz e inteligente reconstruir la serie, evitando caer de nuevo en ese error a pesar de que, en ocasiones, e inevitablemente, siendo ella aún protagonista la tienen que meter en algún sitio.

Poussy (Samira Wiley) junto a Judy King (Blair Brown), una de las nuevas reclusas.

En esta temporada el mayor interés se lo lleva la turbia historia que tiene a Lolly Whitehill, interpretada por Lory Petty, y Alex Vause (Laura Prepon), quien al fin es tan protagonista como merece, en el punto de mira. Además de otro personaje que había pasado desapercibido hasta ahora como es la dominicana Maria Ruiz (Jessica Pimentel), que cobra un protagonismo esencial en la trama, esta vez bien hilada, si no fuese por las imprudencias tanto de la Srta. Chapman como del intento de darle una fuerza que no puede tener, resulta de lo más interesante junto con la aparición de una especia de hermandad aria encabezadas por una cara nueva, Kasey Sankey (Kelly Karbacz). Además, un nuevo e implacable funcionario del correccional, Desi Piscatella (Brad William Henke), o el ingreso de una estrella televisiva, Judy King (Blair Brown), que se cree más que el resto, serán otras de las novedades más destacadas de la serie.

Regresan los flashbacks que nos retrotraen a las vidas anteriores de los protagonistas y de cómo pudieron llegar a su encierro. Destacando el de Lolly, quien parecía que iba a ser un personaje fugaz y han logrado construir una de las sorpresas de esta temporada. Al igual que la ya mencionada Maria Ruiz, encontramos (del lado de las latinas) a Blanca Flores (Laura Gomez) quien bajo su desaliñado y sucio aspecto se convierte en símbolo de rebeldía. Sin olvidar a Suzanne “ojos locos” Warren (Uzo Aduba), descubriremos nuevos detalles de la vida de uno de los personajes más ovacionados por el público y que, por suerte, los responsables han evitado caer en la tentación de sobreexplotarla y que seguirá sufriendo su mal de amores con Maureen Kukudio (Emily Althaus). La infancia del consejero de la prisión, Sam Healy (Michael J. Harney) que nos hará entender un poco más su comportamiento actual. El talento innato de Matrizia Ramos (Diane Guerrero), quien  aporta el toque más feminista de la temporada. Por su parte, uno de los personajes más queridos de la serie, Poussey Washington (Samira Wiley), tendrá un especial protagonismo, además de hacer evolucionar al personaje de Brook Soso (Kimiko Glenn), haciéndola más soportable que en las temporadas anteriores.

En cuanto al resto de los habituales, el bueno de Caputo (Nick Sandow) llevará su lucha moral entre la empatía con las presas contra las órdenes que le llegan desde arriba, aderezado con la relación con una de sus nuevas jefas, Linda Ferguson (Beth Dover). Además del destino de la interna Sophie Burset (Laverne Cox), que nos mantendrá en vilo durante toda la temporada.

«Red» (Kate Mulgrew) y Gloria (Selenis Leyva) continúan siendo las jefas de la cocina.

Continúan a gran nivel, Galina “Red” Reznikova (Kate Mulgrew), las latinas Gloria Mendoza (Selenys Leiva) y Aleida Diaz (Elizabeth Rodriguez), además de la hija de ésta, Dayanara Diaz (Dascha Polanco) quién evolucionará más de lo habitual. Nicky Nichols (Natascha Lyonne), aunque menos protagonista, algo que es una pena, sigue aportando los mejores momentos, y por su parte podemos ir apreciando el deterioro de la pin-up de la serie, Lorna Morello (Yael Stone).

Una temporada que ha mantenido el interés durante todos los capítulos, sin apenas altibajos. Destaca la forma en la que se tocan los temas raciales, siempre desde una perspectiva irónica y fulminando los tópicos. “Si vas a ser racista, al menos aprende un poco” o “Tú pensaste durante dos años que yo era venezolana”, frases contundentes que se han escuchado a lo largo de los 13 capítulos. Eso con la mezcla del deporte como punto de unión de los patriotas, o la creación de una banda anti-bandas para una supuesta protección del bien común, ponen de manifiesto la crítica mordaz y constructiva que se hace de la sociedad. Así como la inútil necesidad del ser humano por buscarse enemigos en los lugares equivocados. Todo ese drama es resuelto con humor; un humor negro, necesario y que toca conciencias. Se puede decir que esta temporada ha reconvertido la serie o al menos la ha puesto en el nivel que merece.

Gabriel Martínez Ruibal

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