«The Crown»; Un drama de época que habla más de personas que de personajes

Nota:

Continuando la tradición de series británicas dedicadas a la Corona y a la aristocracia británica, con Downton Abbey (2010-2015) primero y Victoria (2016) después, la plataforma por excelencia de las series, Netflix, nos trae su primer gran relato histórico: The Crown, que nos lleva a los primeros años del reinado de Isabel II.

Creada por Peter Morgan, un experto en la figura de la reina, que escribió el guion de The Queen (Stephen Frears, 2006) además de la obra The Audience en la que está basada la serie, y ocuparse de los libretos de otras cintas destacadas como El desafío: Frost contra Nixon (Ron Howard, 2008), cuenta en ésta con el aval de Stephen Daldry (Las horas, 2002) como productor y director de algunos capítulos, para ofrecernos la historia que conocemos desde un punto de vista que no conocemos, o al menos no tanto.

The Crown, tras una poderosa cabecera, no es una serie histórica al uso ni un biopic de Isabel II, sino que va un paso más allá haciendo un análisis profundo del personaje y de las relaciones de poder entre la corona y el gobierno. Todo encaja, hasta la historia más secundaria tiene sentido y, a pesar de las libertades que se hayan podido tomar, se complementa con el resto.

De corte clásico, donde los detalles están cuidados milimétricamente, se nos presenta un drama de época con una ambientación perfecta, por algo es ya la serie de televisión más cara de la historia, con una primera temporada que ha costado 140 millones de euros. Un dato a tener en cuenta en el sentido de apostar por productos de calidad sin que nos engañen con guiones manidos cubiertos de efectos especiales.

Una serie que tiene como principal baza hablar de personas más que de personajes, lo que hay tras la fachada de los nombres que cambiaron el rumbo de la historia, más que sus actos en sí lo que había tras ellos, haciéndolos más humanos, que en definitiva es lo que son. No hay miradas a gloriosos bustos de piedra, ni retratos que representen el esplendor de una nación; aquí los protagonistas se mueven como cualquier mortal, con sus virtudes y flaquezas.

Desde la propia Isabel, a quien da vida una acertadísima Claire Foy que hace propio cada gesto real, hasta el de un personaje tan característico como Winston Churchill en su etapa de decadencia, interpretado magistralmente por John Lithgow, el Trinity de la cuarta temporada de Dexter (2006-2012), que se apropia de cada escena en la que aparece con descarada ironía y malas pulgas. Sin obviar al elegante y orgulloso Jorge VI de Jared Harris, visto en Mad Men; el narcisista Felipe de Edimburgo de Matt Smith, la Undécima encarnación de Doctor Who, quizás el personaje que sufre mayor evolución; la sufridora por su estatus, aunque no lo cambiaría por nada, princesa Margarita de Vanessa Kirby (Everest, Baltasar Kormákur, 2015); el Anthony Eden de Jeremy Northam, secundario de lujo visto en Amistad (Stven Spielberg, 1997) o Invasión (Oliver Hirschbiegel, 2007); la reina Maria de Eileen Atkins, que repite papel por segunda vez tras la televisiva Bertie & Elizabeth (Giles Foster, 2002); o la Reina Madre Isabel de Victoria Hamilton.

Todos ellos componen un cuadro de la aristocracia británica del inicio de la segunda mitad del siglo XX, con más sombras que luces, donde podemos ver que quien ostenta el poder no es tanto como el que presuntamente tiene, o quiere, el poder.

Gabriel Martínez Ruibal

Gabriel Martínez ha escrito 143 artículos en Ciempiés.

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