«The OA»; ejemplo de cómo una buena idea se puede ir a traste por falta de rigor

Nota:

Llevaba tiempo esperando ver esta serie. Las ficciones de Netflix mensuales siempre son citas a tener en cuenta, pero especialmente esta con el equipo que tenía detrás, conocido en la industria indie y raruna americana. Además, los medios especializados, los cuales a día de hoy no se han puesto de acuerdo sobre si estamos ante una brillantez o un absurdo, no dudaron en compararla rápidamente con Stranger Things, tanto para bien como para mal. ¿Por qué? Tanta mención a la que fue la serie revelación del verano debía ser porque desarrollaría también el mismo estilo o género, ¿no? Fue suficiente para despertar mi interés.

Pues no, se trata de una comparación idiota. En lo único que se pueden parecer es en la introducción de elementos fantásticos, pero así hay millones de ficciones.

The OA tiene una historia compleja, no apta para todos los estómagos, que versa sobre una idea brillante y que da mucho juego. No quiero ni hacer un resumen de la trama, pues hasta el más mínimo detalle que destripe acabaría con la magia. Sí, la tiene. Es una de esas series que te mete en un universo completamente nuevo y te ayuda a desconectar del mundo. Entretiene, engancha, pero no con constancia.

Sabe jugar con el espectador, el cual es invitado a participar en la trama estructurada en dos niveles o universos: un presente inocente y realista junto a un pasado tormentoso y fantástico. A ello habría que sumar el tercer universo, el de la persona que desde su casa está viendo la serie y participando en su desarrollo.

En sí podría haber sido una genialidad de obra, pero ha errado en lo básico en este tipo de producción. Sus creadores no han sido profesionales. No han hecho una correcta preproducción y esto se nota en el resultado final. Su falta de preparación previa ha creado un producto irregular, donde te encuentras con capítulos de una hora de duración seguidos por otros de media hora. Y lo peor de todo es que muchos de ellos, en su totalidad, no aportan nada e incluso se vuelven tediosos. Mucha paja.

La historia es genial, pero hubiese llegado a sorprender si quizá estuviésemos en los 90, donde explotaron este tipo de tramas. Ahora simplemente entretiene, pero no nos deja boquiabiertos ni nos hará crear nuevos marcos conceptuales ni largos debates con los amigos. No. La crítica la estoy escribiendo recién visto el último capítulo, pues si lo llego a posponer un día habría olvidado la mitad de la trama.

¿Por qué insisto en que es genial o brillante algo que defino como mal elaborado? Sencillo, tiene esos detalles que muestran que existe algo increíble pero que no lo han sacado a la superficie, quedando en las profundidades como el tesoro en un mar convertido en un leve destello cuando se cruza con un rallo de sol a los ojos de un buzo. Y esto se puede apreciar desde su primer capítulo, con un arranque espectacular que pasa de la calma a la tempestad en cero coma. 50 minutos de redoble de tambores para la entrada de la orquesta al completo en los últimos 10. No tiene prisa por entregarle al espectador la historia y ahí sí consigue como resultado una sorpresa muy grata.

Algo parecido ocurre con el final, rompiendo en pequeña medida la cuarta pared para incorporar recursos que ha cogido prestados de la realidad, y la rabiosa actualidad. Lo que podría desentonar y haber provocado una conclusión con una última caída, pero no, finalmente consigue clavar el salto.

Eso, algunos momentos puntuales que verdaderamente valen la pena en el desarrollo de la trama, la fotografía y la genial banda sonora consiguen salvar un producto que se la ha jugado con el estilo propio de las ficciones de autor, pero que por querer volar tan cerca del sol casi se quema las alas. Una película, eso sí hubiese funcionado, pues le sobran prácticamente 5 capítulos.

J. Justo Moncho

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