Con el Premio del Jurado del discutido palmarés del pasado Festival de Cannes bajo el brazo, Andrea Arnold sigue apostando por el naturalismo y por la exploración de la adolescencia en una road movie que no encuentra narrativamente un motivo claro y que se transforma en reiterativo a causa de su excesiva duración.
Con una carrera prometedora tras su interesante debut con Fish Tank y una celebrada y personalísima adaptación de Cumbres borrascosas, Andrea Arnold viaja a USA para retratarnos el Medio Oeste a partir de ese grupo de desilusionados jóvenes que recorren el país en una furgoneta vendiendo revistas de todo tipo sin que falten juergas y drogas entremedias.
Con un reparto juvenil desconocido en su mayoría – salvo un excéntrico Shia LaBeouf y Riley Keough, jefa de ese grupo de jóvenes -, Arnold no encuentra un rumbo claro, quedándose entre el realismo de esa generación perdida y un lirismo naturalista; dejándonos una historia con algunos momentos que rezuman verdad y crítica social a la desigualdad económica de la gente que reside allí pero sin tomar un rumbo claro, siguiendo el viaje de esos chicos sin ningún objetivo aparente y con insustanciales secuencias que no evolucionan a ningún personaje.
Todo además, subrayado por una duración excesiva que palidece aún más la irregularidad del conjunto y que reafirma que el mensaje de Arnold llega a cansar y a ser reiterativo; al no profundizar en esa tesis o construir tramas que interesen y evolucionen a sus personajes. Sólo nos quedan momentos fugaces eficientes y una entregada interpretación de la desconocida Sasha Lane como razones por las que mantenernos sentados durante sus casi tres horas de duración.