Mi semana con Marvel

Vaya por delante que desconozco, o desconocía, por completo el mundo de los diversos superhéroes que conforman el universo de cómics de Marvel. En mi vida solo he leído uno, de Los cuatro fantásticos, concretamente, de cuyo nombre no quiero, ni puedo, acordarme, cuando era niño, y este peculiar microcosmos aún no estaba, ni muchísimo menos, tan en boga.

En cambio, en cuanto al aspecto cinematográfico de estas historias, sí que he estado algo más atento, aunque, para ser sincero, nunca, hasta ahora, habían despertado ni mi curiosidad ni, por supuesto, mi atención, y, por tanto, cuento con una enciclopedia, según definía el término Umberto Eco, algo más amplia, cosa que, por otro lado, no era nada difícil.

Guardo, desde la infancia, buenos recuerdos de la trilogía de Spider-Man (2002-2007) de Sam Raimi y de la primera entrega de los X-Men (2000-2006) de Bryan Singer, así como mala memoria de la segunda de las adaptaciones de la antes conocida como «Patrulla X» e irregular de la tercera y de las dos de Los cuatro fantásticos (2005-2007) de Tim Story.

Además, ya en la adolescencia, había hecho mis pinitos en otras cintas de la franquicia Marvel. También cuento en mi haber con los dos primeros largos de Iron-Man (2008-2010) y con la precuela X-Men Orígenes: Lobezno (2009), de revelador título.

Pero lo dicho, mis incursiones en estas historias de superhéroes nunca habían pasado, hasta ahora, de la simple búsqueda del entretenimiento y de unas aventuras sin pretensiones, sólo con la capacidad de evocar las inocentes y atávicas ganas de volar, de ser invisible, de trepar por las paredes de los edificios sin más ayuda que tus propias extremidades, de teletransportarse a voluntad o de ser más fuerte que todos hemos tenido. Y punto.

Dicho esto, debo aclarar que me declaro seguidor acérrimo e incondicional de The Big Bang Theory (2007- ), de sus personajes, de sus relaciones, de su mundo… En fin, soy fan absoluto de la serie estadounidense. Y Sheldon, Leonard y compañía, entre experimento y experimento, pasan la mayor parte de su tiempo discutiendo sobre superhéroes, tienen una noche exclusivamente dedicada a ir a la tienda de cómics… En definitiva, les gustan estas historias. Además, una de las series favoritas del doctor Cooper es Firefly (2002), creada por Joss Whedon, director de Los Vengadores (2012) y al que yo conocía, debo reconocerlo, por Serenity (2005), una película que me sorprendió sobremanera en lo que a la dirección se refiere: la cinta abre con una secuencia extensísima en la que se presenta a todos los personajes, los tripulantes de la nave homónima. Resulta ser el epílogo perfecto a Firefly después de la cancelación de la serie.

Pues bien, me picó la curiosidad por este mundo épico que en estos últimos años se ha vuelto tan popular. Y me decidí a ver Los Vengadores al estar situada en la intersección de los conjuntos «Aquello que me gusta» y «Aquello que puede llegar a gustarme» de un diagrama de Venn. Y no me equivoqué.

Los Vengadores cuenta las aventuras en las que una reunión de superhéroes sobradamente conocidos, encabezados por Iron-Man y el Capitán América y liderados por Nick Furia, se ve envuelta para salvar al mundo de un pastiche de fantasía apocalíptica y mitología nórdica. Quizá ese sea el punto débil de la historia, reitero que no me he leído ningún cómic de estos héroes, analizo la película desde mi punto de vista neófito, el que intente ascender al Valhala desde el siglo XXI y con toda la tecnología de Tony Stark. Aparte de esta parafernalia, la película es buena. Tiene sus dosis de acción y de humor, Whedon sigue demostrando su valía detrás de la cámara y un reparto estelar, encabezado por Robert Downey Jr., Scarlett Johansson, un buen Mark Ruffalo y Tom Hiddleston, consiguen acercar a Los Vengadores tanto a los fans, como al gran público como a los simples amantes del séptimo arte con muchos prejuicios cinéfilos, como yo.

Conclusión: Los Vengadores me gustó. Así que olvidé mis recelos iniciales y empecé a investigar en estos mundos.

Y me topé con la primera entrega de Thor (2011). Y mi decepción fue mayúscula. A pesar de estar firmada por Kenneth Branagh, un director célebre por sus adaptaciones de William Shakespeare a la gran pantalla, la película es mala. Bastante mala, diría. Un coñazo, vamos. Ni siquiera Anthony Hopkins, haciendo de Odín, y Natalie Portman consiguen que la cinta remonte el vuelo. Cinematográficamente, empieza mal y acaba mal. Rezuma presupuesto pero carece de alma. Poco que salvar de Thor, excepto la elección del reparto.

Y con las expectativas algo bajas, llegué al Capitán América. Y me sorprendió gratamente.

El primer Vengador (2011), la primera de las películas dedicadas en exclusiva al soldado Steve Rogers, es una buena película, no sólo dentro del género de superhéroes o de aventuras, sino que es un buen ejercicio de cine. De acuerdo, no reinventa este arte, pero es una buena historia. Como todos sabemos, yo desde hace unos días, el Capitán América era un recluta enclenque, deseoso de luchar por su país en la Segunda Guerra Mundial, al que inyectan un suero experimental -para mí, el punto débil de la trama, la medicina milagrosa que lo convierte en un superhombre, en vez de tener una historia traumática que lo empuje a hacer lo que hará- que hace de este de este débil personaje el soldado perfecto hasta que queda congelado en una misión y despierta en la actualidad. El primer Vengador, además, refleja a la perfección los mecanismos de propaganda gubernamental para recaudar fondos durante dicho conflicto bélico y los intentos de levantar la moral a las tropas en el campo de batalla, lo que no deja de sorprender en una película aparentemente simple.

Luego llegué a El Soldado de Invierno (2014), en la que se nos muestra a un Steve Rogers intentando adaptarse a este siglo. Esta segunda entrega mejora a la primera. Tiene conflicto, externo, por supuesto, e interno. El Capitán América, acompañado por Viuda Negra, se ve obligado a escapar de la propia S.H.I.E.L.D. por desavenencias con la dirección, hecho que hace que la película pase de las aventuras al thriller estilo El caso Bourne (2002), hasta encontrar a un amigo que creía perdido en su época pero que ahora, previo rescate temporal y lavado de cerebro, se dedica a intentar destruir el mundo: el Soldado de Invierno, un enemigo letal pero al que ablandan los recuerdos. Además, para quien no se haya dado cuenta, en la ficticia lápida de Nick Furia está grabado el ficticio versículo de la Biblia Ezequiel 25:17: «El camino del hombre recto». ¿No les suena? Les sitúo. Samuel L. Jackson es el actor que interpreta al jefazo. El mismo actor que encarnó a Jules en Pulp fiction (1994), de Quentin Tarantino. Bien, ¿qué recitaba este gánster antes de ejecutar a sus víctimas? Exacto, esta misma frase, aunque más desarrollada. Genial guiño. Muy buena película, en definitiva.

Entonces vi Civil War (2016), que pierde en espectacularidad con respecto a las anteriores para ganar en contenido, en verdadera profundización e introspección en los personajes. En la película, un subconjunto de Los Vengadores se enfrenta entre sí por la firma de un tratado internacional que pretende limitar y controlar las acciones de este grupo de superhéroes. Los debates sobre el deber y la justicia, sobre la culpa por lo pasado y por la incertidumbre del futuro se materializan en Civil War. Amigos y enemigos se confunden para dar forma a la que probablemente sea la mejor película del género que haya visto. Muy buenos diálogos, buenas interpretaciones y unas escenas de lucha entre Iron-Man y el Capitán América rodadas con gusto, con talento, con criterio. En fin, muy recomendable tanto si se es fan de la saga como si no, yo, la verdad, quedé encantado con el resultado.

Pero resulta que me adelanté a los acontecimientos. Vi La era de Ultrón (2015), la segunda parte de Los Vengadores, después de haber visto Civil War. Aun así, me siguió pareciendo una buena cinta. Mejor que su predecesora, alejada de la grandilocuencia mitológica, análogamente con la tercera parte del Capitán América, gana en enjundia con respecto a la primera: casi sin darnos cuenta, trata temas tan polémicos como el abuso y la explotación por parte de las grandes potencias de los recursos naturales de los países subdesarrollados, el tráfico de armas en zonas empobrecidas en conflicto y las víctimas de las denominadas guerras olvidadas gracias a unos giros de guion que a mí me parecieron un golpe maestro. Y presenta la enorme ventaja de contar con la presencia de Julie Delpy, la polifacética y talentosa cantautora, actriz y directora francesa que da esplendor a cualquier película, aunque los minutos que sale en esta son breves. Además, siguiendo con su tradición, Joss Whedon abre el metraje con una escena de lucha de larga duración tomada en una sola secuencia, ha sido un gran descubrimiento este director. Por otro lado, y en una obvia referencia a The Big Bang Theory, hay una escena en que este grupo heroico discute sobre si solo Thor puede levantar su mítico martillo, como ya hicieran Penny, Amy y Bernadette en la serie.

Y así, vi las dos entregas de The Amazing Spider-Man (2012-2014) en las que se nos presenta a un Peter Parker, aquel que, como diría Sheldon, hace lo que una araña y más, a una mochila eternamente pegado, detalle que, ignoro por qué, me ha llamado la atención sobremanera. Se nota que estas películas no están dirigidas a un público adulto, como en el caso de las anteriores, se ve claramente que su objetivo son los adolescentes, ese gran filón monetario. Cuenta con un buen reparto. Martin Sheen y Sally Field hacen de los tíos Ben y May. Andrew Garfield, Spider-Man, es un buen actor que encaja en el papel, como Eddie Redmayne haciendo de Newt Scamander en Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016), diría incluso que le queda pequeño, como a Emma Stone, otra grandísima, y recientemente oscarizada, actriz, el de Gwen Stacy. Las interpretaciones, junto con las secuencias del hombre araña bamboleándose por los rascacielos de Nueva York, con la cámara pegada a las manos del héroe, hacen de la primera entrega una cinta interesante, pero el final de la segunda, El poder de Electro, con las escenas de lucha y desesperación, no escribiré más para no destripar el desenlace por si alguien no la ha visto, combinándose con planos de las agujas de un reloj adelantándose cuando toca y parándose en el momento preciso, los que la hayan visto coincidirán conmigo, hacen que la segunda cinta esté a años luz de su antecesora.

Pues bien, aquí concluye mi odisea a través de los mundos de Marvel. Estas películas, y un servidor, son el ejemplo perfecto de que este género, en auge indiscutible en estos años, puede gustar incluso a los que se sumergen por primera vez en las idas y venidas de los superhéroes creados por Stan Lee. Mucha fanfarria, porque hay que recaudar, y también mucho contenido son los dos elementos que caracterizan las producciones del gigante de los cómics.

En conclusión, acabo con la sensación de que he visto buenas películas, que ya es decir, e incluso algo más enriquecido por haber sido partícipe de un mundo que no deja de ser una parte importante de la cultura de los siglos XX y XXI y de la vida de muchísima gente, y que hasta hace bien poco, desconocía. Y no olvidemos que, nos guste o no, este tipo de cintas es la que está haciendo que la gente, el gran público, vaya al cine.

Además, llevan el sello de calidad de Sheldon Cooper, así que poco más hay que decir.

Guillermo García Gómez

Guillermo García Gómez ha escrito 47 artículos en Ciempiés.

  • ¡Currazo de experimento y reportaje! Enhorabuena, Guillermo!

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