Convergencias

Nota:

Por fin ha vuelto. La que sin duda es la mejor serie española de los últimos años, y la que no tiene nada que envidiar, pero absolutamente nada, a algunas producciones extranjeras revestidas de millones pero que constituyen un excelente ejercicio de aburrimiento supino con un envoltorio luminoso, no me hagan hablar de Penny Dreadful, Victoria o Outlander, por favor, está otra vez en antena.

Por fin ha vuelto El Ministerio del Tiempo, y lo ha hecho con el mejor capítulo, quizá, en lo que va de serie.

Y debo reconocer que para mí fue un descubrimiento. Empecé a ver la primera temporada cauto, receloso de encontrarme ante un refrito de historia ficcional, de argumentos banales e interpretaciones poco logradas. Pero hete aquí que descubrí que El Ministerio del Tiempo es todo lo contrario.  Una producción cuidada, una dirección exquisita, acorde con la trama de cada capítulo, historias y personajes principales profundos… pero, sobre todo, la serie es una muestra brutal del talento de los actores españoles.

Desde los tres protagonistas, Rodolfo Sancho, hasta ahora, y luego Hugo Silva, que borda su papel de policía ochentero, Nacho Fresneda, el Alatriste que debió ser, un actor tan rebosante de talento como su personaje de confusión por la modernidad, con una voz, grave, profunda, poco comparable a ninguna, y Aura Garrido, igualmente desbordante de capacidad interpretativa y de una profundidad en la mirada brutal, recomiendo, aprovecho, ver la película Stockholm (2013), de Rodrigo Sorogoyen, por la que estuvo nominada al Goya a Mejor Actriz, y que hará las delicias de los admiradores de Bernardo Bertolucci; hasta los secundarios, tanto los actuales, Juan Gea, Jaime Blanch, Cayetana Guillén Cuervo, como los que hacen de los personajes históricos con que los tres funcionarios cronológicos interactúan: Pere Ponce haciendo de Cervantes, Víctor Clavijo de Lope de Vega, Julián Villagrán de Velázquez, Ramón Langa de Ambrosio Spínola… y tantos y tantos otros.

En fin, una serie imprescindible, ahora que están estas tan en boga. Pero vamos con el capítulo en cuestión, titulado Con el tiempo en los talones.

El argumento es sencillo, los agentes del Ministerio deben impedir que espías soviéticos, en plena Guerra Fría, secuestren a Alfred Hitchcock en San Sebastián durante el estreno de Vértigo (1958) en el Festival donostiarra. Pues bien, los responsables de la serie, en este episodio, han logrado crear una trama muy del estilo del director inglés (un elemento desencadenante aparentemente inofensivo, una muerte inesperada, las circunstancias adversas que empiezan a envolver al protagonista) paralela a la trama del capítulo en sí, ya que la intrahistoria de esta intrahistoria es la de Pacino, Silva, buscando a su amante, que resulta que no es quien dice ser.

Además de las obvias y frecuentes, y necesarias, referencias a una de las obras maestras del maestro Hitchcock, la cinta sobre la que volcó todas sus obsesiones, es decir, Vértigo, es decir, la película sobre la que orbitan las diversas tramas del capítulo, y de la clara alusión a la serie Alfred Hitchcock presenta y de las esporádicas apariciones, simplemente de forma oral, de otros títulos de las películas de este autor, como Encadenados (1946), La soga (1948) o Crimen perfecto (1954), Con el tiempo en sus talones está repleto de guiños cinéfilos, lo que le suma valor y calidad.

Aparte de la escena inicial, la de la batalla de Teruel de la Guerra Civil española, en 1937, en la que nos dan el primer disgusto de la temporada, que encuentra sus fuentes de forma clara, sobre todo en la estética, en Salvar al soldado Ryan (1998), y, sobre todo en la forma de rodarla, en El renacido (2016), simplemente con el título del episodio, los creadores ya nos dan la primera pista, porque, ¿quién no ha pensado en Cary Grant corriendo delante de un avión, en Con la muerte en los talones (1959), al oír la denominación? Por otra parte, cuando la amante de Pacino cae por el hueco de las escaleras él va a intentar socorrerla, con la pistola en la mano porque cuando se persiguen agentes soviéticos siempre hay que ir preparado, y un camarero del hotel en que se hospedaban los sorprende y avisa a la policía al verlo en tan sospechosa situación, tal y como le pasara al actor inglés en la película de Hitchcock, solo que con un cuchillo en lugar de un arma de fuego.

Una vez están los tres protagonistas en San Sebastián, Alonso, Fresneda, se queja de la presencia constante de las gaviotas en la ciudad, igual que haría Tippi Hedren si llegara a la bahía donostiarra después de dejar atrás el pueblo de Los pájaros (1963). Pero vuelven los rusos, y a los tres les toca huir por una serpenteante carretera de montaña, un fiel reflejo de la escapada que se marcaron Grace Kelly y Cary Grant en Atrapa a un ladrón (1955), lo único que en la Costa Azul y no en el Cantábrico. No cesa la acción, ni cesan los soviéticos, y Pacino debe enfrentarse cara a cara con uno en una escena que en ningún momento deja de ser un honesto homenaje a las escenas más famosas de Psicosis (1960), sí, la de la ducha con Janet Leigh, y de Cortina rasgada (1966), sí, la de Paul Newman poniéndose serio con su oponente.

Y ya fuera de la misión, James Stewart, digo Salvador Martí, Jaime Blanch, no puede dejar de observar trabajar a los obreros que están reformando la sede del Ministerio desde su propia versión de  La ventana indiscreta (1954) con Grace Kelly, digo Angustias, Francesca Piñón, cuidándolo.

En Con el tiempo en los talones convergen el talento actual, en todos los sentidos, encarnado en El Ministerio del Tiempo, con el talento de la época dorada, es decir, todas sus épocas, de Alfred Hitchcock, uno de los autores más conocidos, reconocidos y con una de las carreras más completas y regulares de la historia del cine.

¿Qué habría sido del director inglés, y de Pacino y Alonso, sin Amelia Folch, Aura Garrido? Afortunadamente, nunca lo sabremos.

Guillermo García Gómez

Guillermo García Gómez ha escrito 47 artículos en Ciempiés.

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