De la Operación Albondiguilla o los Malditos Funcionarios

Nota:

«El mundo se derrumba… y nosotros jugando al fútbol». Así ilustra Amelia Folch en Tiempo de espías, el segundo capítulo de la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo, la situación en la que se encontraba Europa en el peligroso año de 1943: un continente que se desangraba, asolado, por la guerra, y unos agentes temporales, encargados de que nada en la historia de la Historia cambie, desfogando tensiones, la calma entre tormentas, en una playa onubense, a la espera de órdenes, en una de las mejores escenas que se han visto hasta hoy en la serie.

«El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos», le dice Ingrid Bergman a Humphrey Bogart en una de las escenas más célebres, y esto es decir mucho, de Casablanca (1942). Es un paralelismo razonable, un gran acierto de los guionistas. La historia que se nos narra en esta cinta es la de un mercenario retirado que acaba jugándose el tipo por salvar a la mujer que amó y su actual amante. En Tiempo de espías, los amantes son la Historia de España y los agentes del Ministerio, que juegan a los dados con el destino, con el suyo, cada vez que atraviesan una de las puertas de una de las misiones.

Estamos ante la temporada más cinéfila de El Ministerio del Tiempo, sin duda. El último capítulo, además de la referencia inexcusable a la película El hombre que nunca existió (1956), que relata la historia oficial, cuenta las peripecias que Amelia, Alonso y Pacino tienen que llevar a cabo para salvar la Operación Mincemeat, una maniobra de despiste del gobierno británico para confundir a los altos mandos del Tercer Reich sobre los objetivos de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, encuentra su inspiración estética en películas bélicas clásicas y modernas. Dos ejemplos.

Un comandante, que se da un aire muy familiar con Lee Marvin, recluta un grupo de soldados renegados para ejecutar una peligrosa misión en el corazón de la Europa ocupada por los nazis. La patrulla empieza su andadura recelosa, temerosa de sus mismos componentes, y acaba cohesionada por lazos de amistad solo quebrantados por la metralla alemana. Doce del patíbulo (1967), de Robert Aldrich, además de ser una de las obras cumbres del género bélico, es una fuente de inspiración continua para Tiempo de espías. La ambientación, la línea argumental, que en general es similar a la de la serie, aunque en el capítulo no se ve tanta acción como en la película, principalmente porque no era necesario para la historia, a diferencia del filme, la fuerza de la historia en sí… Todos elementos que conectan Doce del patíbulo con el vigésimo tercer episodio.

Vamos con el otro, el más explícito, el más honesto.

Una reunión clandestina en una taberna en un pequeño pueblo de las afueras de París. Una actriz alemana, varios soldados americanos, británicos y alemanes infiltrados en pleno territorio nazi. Acentos y un pequeño gesto, discreto pero llamativo, los descubre ante un oficial teutón. Un camarero agarra la escopeta que guarda parapetada detrás de la barra. Y empiezan los tiros: Malditos bastardos (2009), Quentin Tarantino. La mejor escena de la película. Un encuentro clandestino entre un inglés que se arranca por fandangos cada vez que tiene una guitarra cerca y una futura agente del Ministerio. Unos documentos que cambian de mano. Una germánica mirada fugaz y un descubrimiento. Un camarero, compañero, cómplice, saca una escopeta que guardaba parapetada detrás de la barra. Y empiezan otros tiros: Tiempo de espías, la apertura más tarantiniana de la serie. Otro genial golpe de efecto.

Y sin salir de Malditos bastardos, un detalle que, por no ser tan rimbombante, quizá haya llamado menos la atención. Y es el movimiento de la cámara en una secuencia concreta. Cuando Salvador está explicando la Operación Mincemeat, renombrada, de forma muy castiza, Operación Albondiguilla, a los ojos atónitos, y a los resabiados de Pacino, de Amelia y Alonso, la imagen, en primer plano, oscila entre las caras de unos y de otros de forma rápida pero precisa; tal como hiciera, de la mano firme y experta de Tarantino, cuando Aldo el Apache intentaba convencer a los oficiales nazis capturados en una de las muchas emboscadas de los Bastardos de que le contaran la ubicación y el tipo de armas que tenían los alemanes si no querían vérselas con el bate del Oso Judío.

Pero tenemos que volver al bar, como bien decía Pacino al afirmar que si se quiere encontrar a alguien en España hay que empezar por el bar, porque allí hemos dado con la joven Lola Mendieta, la futura traidora pero que en sus tiempos pretéritos se dedicaba a combatir al fascismo por toda Europa. Macarena García es el primer fichaje de la serie en esta temporada. Una actriz excelente, una más, suma talento y sigue, que quedará en la retina de todos por haber hecho suya a una inocente Blancanieves en la profundamente bella y torera y ampliamente premiada revisión muda que Pablo Berger hiciera en 2012 del clásico. Ernesto lleva a cabo, atendiendo a las circunstancias de la principal, la misión paralela de rescatarla de un campo de concentración nazi para que no cambie la Historia, pero las cosas se tuercen y acaban los dos compartiendo aquel horripilante espacio. Menos mal que cuentan con Salvador.

El Ministerio del Tiempo cada vez está más trabajada, cada vez está mejor dirigida y los personajes cada vez se asientan más. Ha abandonado, aunque no del todo, claro está, el tono de humor que predominó en las dos primeras temporadas, pero insisto, aún conserva destellos cómicos, cómo no, para abordar sus minutos de metraje con mayor rigor, mayor madurez. A mí, personalmente, me caló más profundo el primer capítulo, Con el tiempo en los talones; me encandiló de principio a fin por lo que supone la presencia de Alfred Hitchcock y el gran hito que marcaron los creadores de la serie al conseguir recrear una película del director británico dentro de la trama de la serie, lo que constituye un ejercicio de profesionalidad y talento brutal. En Tiempo de espías se nos ofrece una película bélica de calidad, con interpretaciones a la altura del resto de capítulos, lo que, como ya subrayé en el anterior artículo, Convergencias, es uno de sus muchos puntos fuertes, y con una dirección acorde con las exigencias que los propios responsables de El Ministerio del Tiempo se han marcado.

«El mundo se derrumba… y nosotros jugando al fútbol». Pues que se derrumbe, pero que el balón de Amelia, Alonso y Pacino siga rodando por mucho tiempo. Que haya más Operaciones Albondiguilla.

Guillermo García Gómez

Guillermo García Gómez ha escrito 47 artículos en Ciempiés.

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