«Baby Driver»; música y gasolina en el trabajo más serio de Wright

Nota:
Baby Driver, lo nuevo de Edgar Wright, es claramente la película mejor montada de los últimos años

El director británico Edgar Wright vuelve a la gran pantalla con su nuevo proyecto Baby Driver. Una cinta que desde antes de verla ya te das cuenta que se trata de su obra -firmada- más comercial, pero lo cual no significa en absoluto nada negativo. Baby Driver es consciente de que es un blockbuster, y partiendo de ello es exprimida hasta la saciedad para ofrecer el entretenimiento más delicioso posible. Baby Driver es puro verano.

En ella nos encontramos a un conductor de un equipo de atracadores que vive evadido de la dura realidad gracias a la música. Y gracias a ella también se ha convertido en el mejor en su trabajo. Pero no es solo una historia de atracos al uso, sino que en Baby Driver también hay lugar para el amor, pues realmente en torno a un romance gira toda la trama. Algo que a priori no parece una historia novedosa, pero esto depende de cómo sea contada.

Baby Driver

La película es música. Sin ser un musical, cada escena posee una coreografía interpretada a la perfección por la narración, los planos y los actores, para después ser unido al constante hilo musical de forma magistral por el montador de la cinta. Porque ahí se encuentra el fuerte de Baby Driver, en su montaje. Wright ha conseguido crear música utilizando los recursos más inverosímiles, desde el posar un café sobre la mesa hasta los pilares que un individuo cualquiera se cruza corriendo en una huida. Todo es música en esta película.

Edgar Wright se hace con Hollywood

Pero, además, ofrece más adrenalina de la que nos tiene acostumbrados, sobre todo en el tramo final de la película, donde vemos al Wright más serio.

No, no es una película cómica pese a la experiencia del director en este aspecto. Es su trabajo más serio siendo que la historia es una flipada de coches y iPods.

Otro de sus puntos fuertes es sin duda el gran abanico de secundarios de lujo con los que cuenta. Aunque algunos gocen de más metraje que otros, absolutamente todos cumplen con su función en una constante lucha por quedarse con la pantalla. Esto lo vemos sobre todo en las apariciones conjuntas de Jamie Foxx y Jon Hamm, de las cuales solo sale perdiendo, pese a defender muy bien su papel, el jovencísimo Ansel Elgort.

Baby Driver

No obstante, el protagonista está, como decía, fantástico en un papel que le obliga a tener múltiples registros. Hay que destacar el plano secuencia durante los créditos iniciales el cual nos muestra a Elgort en múltiples situaciones en diferentes escenarios y durante un largo periodo de tiempo. Sublime.

Ahora bien. si hay que buscar pegas las tiene, aunque no son muchas. La duración le juega una mala pasada, haciendo que pierda ritmo en ciertos momentos de la película. Del mismo modo, el final se alarga demasiado lo que obliga a plantearnos si quizá no hubiese sido mejor para cerrar alguna conclusión diferente, más escueta.

Aún así no deja de ser una gran película divertidísima que nos hará ver música en cada gesto cotidiano. Edgar Wright está creciendo, y apunta en una dirección que le traerá sin duda numerosos éxitos.

J. Justo Moncho

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