«Christopher Robin»; nostálgico regreso de Disney a Winnie the Pooh y amigos que se pierde por su indefinición y falta de alma

Nota:
Ewan McGregor protagoniza este añejo drama familiar de Disney que peca por su indefinición entre el drama adulto y el apelar a los más pequeños de la sala de cine

Tras el británico biopic sobre su creador A.A. Milne hace ya más de un año, titulada Goodbye Christopher Robin y protagonizada por Domhnall Gleeson y Margot Robbie. Ahora surgida desde el estudio Disney llega una ficcionada y nostálgica aventura familiar que reencuentra al niño Christopher Robin ya adulto con sus amigos animados de la infancia y que busca retrotraernos al clasicismo del estudio de los años 60.

El encargado tras la cámara es Marc Forster, director de filmografía heterogénea y que ha perdido claramente personalidad a cada filme realizado desde su gran reconocimiento en 2001 con el drama Monster’s Ball. Perdiendo el filme que ahora nos incumbe con la que en principio resulta la obra más similar, el biopic de James Barrie que realizó en 2004 (Descubriendo Nunca Jamás). Un filme que a diferencia de éste, sabía aprovechar a su elenco de actores y encontraba un buen equilibrio de drama familiar para emocionar tanto a los mayores como a los más pequeños.

El filme nos presenta a un adulto y padre de familia Christopher Robin (Ewan McGregor), un hombre que ha perdido la chispa e inocencia a causa de un trabajo al que se dedica todo el día y que parece cada vez más aburrido y descreído, limando en cierta forma la relación con su hija que añora al padre que tenía tiempo para leerle cuentos e historias. Ante ello sus viejos amigos Pooh, Tigger y compañía irán en busca de Christopher Robin para mirar de recordar y sacar de nuevo a ese niño interior que no ha perdido.

El filme busca claramente evocar a la Disney de los sesenta en esa mezcla de animación e imagen real que no sabe conjuntar con cierto equilibrio y en el que sobretodo salen mal parados los actores reales. Además el filme se queda en tierra de nadie al ofrecer durante gran parte del metraje un drama adulto con el que los niños no sabrán conectar y su tono nostálgico e inocente tampoco atrapará a un público adulto que busque sensibilizarse con esa búsqueda del niño vital que vive en todos nosotros.

Al final son Pooh y compañía los reyes de la función durante una buena parte del metraje dejando los momentos más cómicos que permiten sacar del enclaustramiento impersonal y añejo a un filme sin alma y sin una definición clara en su público. Resultando indudablemente uno de los tropiezos de Disney estos últimos años buscando una nostalgia forzada e innecesaria de su etapa clásica.

 

Jose Asensio

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