«Belle»; Mamoru Hosoda roza la excelencia en estecuento sobre la identidad y lo digital

Nota:

Sitges siempre a sido lugar querido por Mamoru Hosoda. Prácticamente cada uno de sus títulos ha ganado el premio a Mejor Película de Animación el año en el que participaba. En este 2021, Hosoda presenta su último largometraje – en Sección Oficial, además – y el festival le otorga un merecidísimo Gran Premio Honorífico. Pero vamos a hablar de su última y preciosa película, Belle.

El nipón decide retomar algunos de los temas que ya experimentó en la notable Summer Wars y de paso ofrecer su particular homenaje (dicho por él mismo) a la versión de Disney de La Bella y la bestia de 1991. Todo ello, en una historia que nos presenta a Suzu, una estudiante que es muy tímida en su vida real y no se atreve a sacar sus sentimientos tras la pérdida de su madre. Tan rota; descubre la plataforma U, un espacio virtual de gran éxito, en el que toma la identidad de Belle, un alter ego que le permite sacar sus dotes musicales y tener un gran éxito en la red; aunque también descubrirá oscuros secretos e igual que ella gente que está reflejando parte de su identidad en su alter ego virtual.

En el planteamiento técnico y artístico, poco podemos ya decir de Mamoru Hosoda y su mezcla de animación tradicional con escenarios que rozan el hiperrealismo en algunos casos; además de su don para la expresividad de sus personajes. Pero es en su fondo y tema donde Belle verdaderamente nos conquista ofreciendo una reflexión llena de sensibilidad sobre nuestro tiempo y cómo las redes sociales han servido de lugar en el que mostrar nuestro verdadero y fantástico Yo (dotes ocultas, egoísmos) frente a una realidad dolorosa, cruel y que se muestra poco apegada a lo humano.

En ello parece recordar a Ready Player One de Spielberg y algo hay de esa lucha que se alimenta tanto en lo virtual como en lo real; pero a Hosoda le funciona mejor el dibujo dramático de sus personajes, al ponernos en una realidad contemporánea y cotidiana a partir de la que emocionarnos en la necesidad de empatía, de mostrar nuestros sentimientos y de como internet (más allá de sus peligros y tonterías, de las que no se olvida Hosoda) puede ser el lugar en el que iniciar ese cambio para ser la mejor versión de nosotros mismos.

Cabe una mención especial a la banda sonora de Taisei Iwasaki y las canciones originales para la película. Pura emoción y el cénit (por el momento) de uno de los nombres imprescindibles de la animación actual.

Jose Asensio

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