Festival de Sitges 2021 (II) – Cosas de pareja, mutantes y lugares místicos

Muchos recordamos A Ghost Story de David Lowery – que este año regresa para clausurar el festival con su fantasía medieval The Green Knight – y el tema de los entornos intimistas y reflexiones a partir de los devenires sentimentales de una pareja desde el cine de género siempre pueden dar juego y este año hemos sido testigos en Sitges de otras películas que analizan la pareja; apostando la mayoría por la comedia y un desenfadado humor negro.

Es el caso de la noruega The Trip, de Tommy Wirkola (que presentó en Sitges filmes previos como Zombis nazis y What happened to Monday?). Un matrimonio, él director de un culebrón para TV y ella una sempiterna aspirante a actriz, decide escapar un fin de semana a la cabaña de la familia para pasar unos días allí. Pero nada es apacible cuando ambos tienen en mente matar al otro y que parezca en todo momento un accidente. La cosa se complicará aún más cuando se percaten que unos asesinos prófugos se escondían en su casita en el bosque.

Wirkola apuesta por un descacharrante humor negro y una narración juguetona con los tiempos y los puntos de vista que remiten al cine de Quentin Tarantino o Guy Ritchie; apostando por el más puro cachondeo y por una exagerada violencia que hará soltar más de una gran carcajada al amante del género que busca pasarlo en grande. A destacar la labor de su pareja protagonista, Noomi Rapace – ¿podríamos considerarla ya la musa de este Sitges 2021? – y Aksel Hennie; entregados al máximo a pasárselo de fábula entre gritos, frases sentenciosas y sangre a borbotones.

Pero la otra gran comedia de esta edición que se toma el matrimonio como un entorno en el que avivar la chispa ha sido la francesa Barbaque (Some Like It Rare). Una comedia sin ninguna vergüenza (he aquí referencia a nuestro Juan Cavestany) en satirizar y azotar a todo colectivo posible en estos tiempos de biempensantes “wonderful” y de pijos deslenguados que no callan su conservadora y racista mentalidad. Barbaque nos presenta a un matrimonio propietario de una carnicería que ve como su negocio esta al borde del cierre mientras grupos radicales de veganos les asedian de vez en cuando. Tras cometer un accidente, todo dará un cambio en su negocio y todo el mundo irá a su establecimiento a probar una nueva “carne de cerdo” venida, según ellos, de Irán.

El actor y director Fabrice Eboué ofrece una salvaje comedia negra en la que las clases burguesas, los veganos y los amantes del yoga son el centro de la diana de unos dardos envenados que Eboué envía para hacernos reír a carcajada limpia de las estupideces de nuestro tiempo. Sin dejar la crítica de lado ni en sus protagonistas y ni tampoco restar importancia a temas como el cuidado del planeta y de los animales. Una experiencia breve e hilarante que bien merecería llevar la típica etiqueta comercial de “la comedia francesa del año”; aunque esta ofenderá a prácticamente todo el mundo. ¿No nos lo tomemos en serio, no?

Una mirada al amor y a la pareja mucho más íntimo y sosegado es el que ofrece la debutante Jennifer Sheridan en Rose: A Love Story. En ella, una joven pareja viven en pleno bosque, lejos del pueblo, a causa de una extraña enfermedad de la chica, la Rose del título. Son autosuficientes y todo parece rutinario y organizado pero todo parece devenir al desastre por su propio pie. Rose cada vez está peor y se siente culpable de tener a su pareja dedicándole todo el tiempo. El rescate y entrada en la casa de una adolescente puede que complique aún más las cosas.

Sheridan compone un drama austero, de pocos espacios, con suaves toques de vampirismo en su propuesta. Pero Rose: A Love Story no se sale nunca de un ritmo medio; y su fatalista y romántico relato no choca lo suficiente con un final efectista no del todo satisfactorio e incluso precipitado. Quedando en una propuesta indie con toques de género que no brillará en esta temporada cinematográfica.

Pero cabe decir que las alegrías nos la han traído los “bichos raros”; dos revisiones del mutante que funcionan desde dos tratamientos muy distintos. El noruego Eskil Vogt (guionista habitual de Joachim Trier) nos regala una de las películas más destacadas del festival desde esa tan buena mano para el drama psicológico que tienen los nórdicos. The Innocents sigue a un grupo de niños con capacidades extraordinarias van descubriendo sus poderes en el vecindario en un enfrentamiento incomprendido e invisible para los adultos.

Vogt ofrece un relato que recordará mucho a Chronicle de Josh Trank y también a la obra magna de Chicho Ibañez Serrador, ¿Quién puede matar a un niño? Al poner en el centro de lo perturbador e inquietante a unos niños que viven constantemente su vida con extrañeza, miedo y curiosidad. Vogt no pierde en ningún momento el punto de vista de los niños (interpretados extraordinariamente por los cuatro pequeños protagonistas) para reflexionar sobre lo insondable que resulta la realidad y universo de un niño para los adultos. Una película fascinante que utiliza el fantástico a su favor y si caprichos. Sin duda huele a presencia fija en el palmarés.

Más mutantes llegaron a Sitges en pleno ecuador del festival de la mano de Gabriele Mainetti; que ya fue una revelación en Sitges 2015 con su ópera prima Le llamaban Jeeg Robot. En Freaks Out, Mainetti va un paso más allá en valores de producción con un aventurero relato que remite al cine de Serie B y al pulp de pasadas décadas sin dejar de lado a referentes como Terry Gilliam o Federico Fellini.

Ambientada en la Italia ocupada por los nazis, un loco oficial nazi propietario de un circo y que descubre el futuro gracias a una extraña droga está obsesionado con encontrar a cuatro personas especiales que él ve como los salvadores de la caída del Tercer Reich. Esos cuatro individuos eran trabajadores de un humilde circo que ven como su mundo se viene abajo con la ocupación y que fuera del circo no tienen ninguna forma de prosperar, tanto por sus talentos como en el aspecto físico (en algunos). Ante la captura de su jefe (de origen judío) por parte de los nazis, deciden ir en su busca, encontrándose con la ayuda de los partisanos por el camino.

Mainetti ha firmado la película popular de esta edición de Sitges. Un puro entretenimiento en el que el cómic y sus reglas siguen siendo la herramienta principal a partir de la que enarbolar una película que no tiene nada que envidiar a Hollywood en pulso narrativo, espectáculo y encanto sin perder sus esencias italianas acomplejadas ni su aire caricaturesco – en el que cabe destacar a un histriónico Franz Rogowski como villano –. Una visión del superhéroe diferente y más ligera que merece mucho la pena y que demuestra que en Europa también hay sitio para un cine popular estimulante.

Uno que bebe también de un subgénero popular es Simon Barrett en Seance. Producida por Adam Wingard, Seance recupera el aire de slasher de los noventa ambientando el filme en un instituto en el que un aparente suicidio ha desbocado que algunas compañeras (y una nueva alumna) intenten invocar al espíritu de la fallecida y que extrañas cosas paranormales parecen sucederles.

Como premisa todo parece pintar bien, pero Barrett decide quedarse en el mero homenaje, en el molde más predecible del slasher adolescente. Ofreciendo un largometraje frío y sin carisma; sin que haya momentos estimulantes en su sangre ni en su poco sorprendente revelación final.

El folk-horror es uno de los subgéneros más de moda en el cine reciente y esto ha llevado a directores como Ben Wheatley o – a explorarlo en tonos muy distintos y en películas que han generado cierta división de opiniones. El británico regresa a su tono habitual tras el desastroso remake para Netflix de la Rebeca de Alfred Hitchcock con In the Earth. Una película indescifrable; que deja con más preguntas que respuestas en uno de los títulos que más nos remiten a nuestra realidad pandémica.

La humanidad está siendo asolada por un virus desde hace años y dos científicos se adentran en el bosque en busca de una cura. Pero nada es lo que parece y la aparición de un científico que se ha quedado de guardabosques por la zona hará peligrar el objetivo de los científicos.

Mezcla de folk-horror y survival, Wheatley recupera su peculiar humor negro (atención a la escena de la amputación) y sus fugas alucinógenas en una película irregular pero tremendamente interesante alrededor de la naturaleza y de los ritos que nos llenará de interrogantes. No es de lejos su mejor obra, sus subidas y bajadas de ritmo lo hacen imposible, pero es buena noticia ver de vuelta al ruedo y a su universo al autor de A field in England y Turistas (Sightseers).

En cambio, Banjong Pisanthanakun decide apostar en The Medium por un retrato medianamente cercano del peso de lo espiritual en su sociedad desde una estética de inicio documental pero que va creciendo hacia un loco tren del horror que vale la pena por su inusitada desvergüenza.

La película se nos presenta como un documental que sigue a la chamán de la diosa Ba Yan y en la que rápidamente se percatan que la sobrina de ésta puede estar viviendo o una iluminación de la diosa para que tome el relevo de su tía o, lo que sería horrible, una posesión demoníaca.

No agradará a todos la experiencia, pero vale la pena adentrarse en este loco crescendo que va del mockumentary pasando por el found-footage al más puro estilo Paranormal Activity hasta llegar al cine de posesiones (y rozar el de zombies) para reflexionar sobre los peligros y fuerzas de la fe, las creencias y las tradiciones que se adecuan bastante al interés de su productor, el director surcoreano Na Hong-jin (The Wailing).

Valoración de las películas:

The Trip (****)

Barbaque (****)

Rose: A Love Story (***)

The Innocents (****)

Freaks Out (****)

Seance (**)

In the Earth (***)

The Medium (***)

Jose Asensio

Jose Asensio ha escrito 532 artículos en Ciempiés.

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