«Animales fantásticos y dónde encontrarlos»; la mágica nostalgia de lo antiguamente novedoso

Nota:

La sala está dominada por la generación de los años 90, se ven pocos niños. Miras a tu izquierda y ves a un barbudo adulto disfrazado de mago adolescente, gafas de pasta huecas redondas incluidas; en vez de abrigos, y a pesar del frío, finas túnicas negras colgadas en el respaldo de los asientos te llaman la atención. Pero nada te sorprende. Las luces se apagan. En pantalla aparece el logo de la Warner, plateado y sobre un fondo de nubes, y suenan las primeras notas de la música que desde el 2001 nos ha acompañado. Y todo comienza a funcionar.

No nos engañemos, Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016) no va a suponer un hito en la historia del cine, es sólo una forma de prolongar la magia que, gracias a J.K. Rowling, ha envuelto nuestra infancia. Puede ser eso, o puede ser también otro ejemplo del afán comercial de las productoras y del encomiable empeño que ponen en posponer el punto final y solazarse en las postrimerías de las ilusiones de toda una generación. Ambos puntos de vista son complementarios, es decir, para que exista uno tiene que existir otro. Manda el dinero. Pero ahora no toca hablar de esto, toca hablar de Newt Scamander y sus criaturas mágicas.

La película es un primer paso, un buen primer paso. La cámara de David Yates, el director que mejor ha sabido reflejar el espíritu de los libros y que ha acompañado al niño que sobrevivió por sus tiempos más oscuros y difíciles, nos acompaña ahora al Nueva York de los años 20 -un poco extraño, todo hay que decirlo, ver una película de Harry Potter ambientada con música de jazz; véase la escena de negociación en el bar, con claras reminiscencias a Una nueva esperanza (1977)-. Yates sigue sus esquemas, la línea que él mismo marcó desde La Orden del Fénix (2007), y eso es buen síntoma. Otra vez se rodea de caras conocidas –Samantha Morton, John Voight, Colin Farrell– para dar vida, esta vez, a personajes nuevos, que no tienen la lacra de los prejuicios que los fans pudieran tener de los de la primera saga al contar  Animales fantásticos… con un guion enteramente original.

La cinta sigue el canon también en lo que se refiere a sus protagonistas. Un trío, dos hombres y una mujer -que al final resultan ser cuatro, cuando se incorpora el personaje de Alison Sudol, que podría extrapolarse por Ginny Weasly- que resuelven los entuertos que encuentran; la chica es la lista, un de los chicos es el incomprendido que se topa con que tiene que ser el héroe y el otro es el contrapunto cómico, en este caso, además es un no mago al que da vida Dan Fogler, lo que le añade un divertido toque de enajenación a la situación. El oscarizado Eddie Redmayne, al que nunca dejaré de ver como Stephen Hawking por su increíble interpretación del físico inglés en La teoría del todo (2014), hace suyo a Newt Scamander, lo impregna con sus tics y expresiones para crear al apocado y ecologista mago; aunque es, sin duda, Katherine Waterston y su sufrida, sentimental y desastrosa exaurora Porpentina Goldstein, la que consigue ser, en todos los sentidos, su personaje, la sacude por los tobillos hasta sacar de ella cada secreto y cada matiz, a pesar de no soportar todo el peso interpretativo se hace con ello, y la carga la favorece, un buen descubrimiento esta actriz.

Luego, la película, que en líneas generales funciona, tropieza consigo misma. El final, muy cogido por los pelos, demasiado artificial incluso para una película de este tipo, desvirtúa el resultado, lo estropea pero no lo destroza. Quizá se le pueda pedir más al equipo, que dé un paso adelante para consolidar esta nueva saga, un golpe sobre la mesa para conservar a un público receloso aunque fidelizado.

Tienen cuatro películas más para pulir, enmendar y no olvidarse de sus raíces, para cambiar pero siguiendo las mismas líneas maestras, para enlazar el pasado con el futuro, la nostalgia con las ganas de novedades. Veremos.

Guillermo García Gómez

Guillermo García Gómez ha escrito 47 artículos en Ciempiés.

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