«El gran showman»; aires kitsch y emotiva inocencia para un musical de temas pegadizos aunque de guión endeble
Hugh Jackman se luce en este musical que palidece en cuanto a guión
Tras siete años en la recámara y con la entrega insistente de Hugh Jakman sobre el proyecto, el biopic musical sobre el emprendedor P. T. Barnum tiene finalmente su estreno en cines con un musical lleno de canciones dance-pop y de diseño kitsch que busca recuperar la inocencia y romanticismo de los clásicos del género.
Escrita y producida por Bill Condon (Dreamgirls, La bella y la bestia) como el mayor nombre tras la cámara y el compromiso de Hugh Jackman, el debutante Michael Gracey se encarga de dirigir este edulcorado biopic sobre Barnum que sustenta su encanto en bellos, pegadizos y fantásticos números musicales frente a un guión bastante más endeble y simple; que no profundiza en exceso en sus personajes ni tan siquiera en su protagonista, convertido en un arquetipo “disneyiano” que busca hacer realidad sus sueños.
Hugh Jackman transmite un innato carisma y sus ya sabidas habilidades musicales sin grandes dificultades como cabeza de cartel de un reparto atractivo y medianamente eficiente en el que vale la pena destacar a una bellísima Rebecca Ferguson y el ángel de Zendaya como trapecista del espectáculo exitoso de Barnum; dejando números musicales de gran estética y canciones pegadizas que transmiten los grandes valores de la cinta (la lucha por cumplir los sueños, el individualismo y la aceptación de nuestra identidad).
La gran pega es que aunque buscando referentes y espíritu clásico y su diseño kitsch (similar a lo que ya consiguió la más memorable Moulin Rouge de Baz Luhrmann), la cinta no profundiza en su figura principal (en su ego y ambigua ambición empresarial) y sus subtramas resultan endebles y previsibles, mostrando en su enorme colección de canciones la fragilidad dramática del relato y un aire inocente y clásico que resulta algo superficial y poco trascendente en el cine contemporáneo.
Aún así, El gran showman resulta un eficaz entretenimiento ligero con el que desconectar del mundo real y soñar con sus optimistas mensajes y sus pegadizas canciones; recuperando (aunque algo impostada) una inocencia y vitalidad clásicas tan difíciles de encontrar ya en el cine comercial actual.