St. Vincent: Heroísmo improbable
«Se hace el bien o se hace el mal. Somos una causa de los hechos pero, ¿Somos nosotros nuestra propia causa?» Gonzalo Rojas
La acidez y el humor negro forjan su carácter. Una soledad irrefutable le complementa la vida y lo único cercano a una convivencia recíproca se encuentra en su gato persa Félix. Le bastan las apuestas para reconfortarse y sus deudas traspasan lo imposible.
Considerarlo un santo sería una sátira pura. ¿Cómo sucedió?
No se necesita una inteligencia de nivel superior para saber que, metafóricamente hablando, nadie es completamente negro ni completamente blanco, si no que somos un mestizaje entre estos. Lo mismo sucede con Vincent.
La narración de la historia en sus inicios clasifica a Vincent como un hombre frío, apático a toda sensibilidad humana, con el único interés de obtener ganancias monetarias.
Sin embargo, mientras transcurre el film, se muestran facetas que eran imperceptibles y ahora determinan una conclusión: al final de cuentas, Vincent podría ser tal vez sólo un pobre hombre incomprendido de buen corazón.
La buena voluntad de Vincent va siendo pautada y dosificada mediante pequeños sucesos, desde las visitas a su esposa hasta la gran unión que forma con el pequeño vecino.
Arriesgado sería decir que es una mala película, sin embargo, tiene sus altibajos.
En resumen, una cinta obvia, previsible y sentimental. La catalogaría en esas películas que te van ganando (casi) sin esfuerzo.
De esas, incluso que te dibujan una sonrisa en la cara; Y,aunque no perdurable, se agradece mucho.