No será la primera ni la última vez que los productos audiosivuales nos recuerden el poder de la música especialmente enfocada en la época dorada de los sesenta, setenta y ochenta. Desde Vinyl hasta Straight Outta Compton. Eso sí, cada una con su tono correspondiente y característico. Profundizando más o menos en las tramas y prestando mayor o menor protagonismo a las notas musicales. En esta ocasión nos encontramos con «The Get Down», una serie algo descafeinada llevada a cabo por Netflix que nos sitúa en el Bronx de finales de los setenta.
Esta serie, protagonizada por un joven amante de la música y de las letras cuenta la historia de su carrera musical, mostrando todo aquello que lo formó en su momento y que realmente le hizo ser quien es. Para ello nos contará las múltiples redecillas y problemas con los que se encontró en su camino, todo sobrellevado por un intenso romance hacia una chica de su mismo barrio.
Siendo justos y empezando por los puntos positivos hay que decir que la serie se deja ver y nos presta momentos que ni mucho menos llegan a ser memorables pero que satisfacen muchos de nuestros sentidos, sobretodo y como es evidente, el que nos hace gozar de los ritmos, ya sea disco o rap. La serie nos recuerda desde los clásicos de Boney M hasta algunos temas versionados de canciones más secundarias. Los momentos musicales son evidentes y no resultan pesados. Algo interesante a destacar es el inicio de lo que llegaría a ser en un futuro cercano el rap, del que podremos conocer algunos de los términos y truquillos «arcaicos».
Respecto al apartado argumental decir que quizá es el que pueda llegar a cojear en algunos momentos, pero no por su estructura desordenada y sus hechos contradictorios, sino por pecar de ser demasiado predecible y no brindar ningún giro que llegue a sorprender. Especialmente recalcar la linea argumental del romance, que en algunas ocasiones puede llegar a ser excesivo. A veces en tono de la serie se pone oscuro y serio y acto seguido podemos ver cantar a la dulce hija del pastor como si se tratase de una toma de High school musical. Es una mezcla entre unos pocos tiroteos y el país de la piruleta, sobretodo viéndose esto último al final de la temporada. Todos felices y contentos, hasta el tío más secundario del que no nos importa nada.
El elenco es desconocido en su gran mayoría y hace bien su papel, destacando como es evidente los papeles de Ezekiel (el joven protagonista) y Shaolin Fantastic. Es genial que se recojan las esencias de movimientos cinematográficos de la época como el creado por las artes marciales de Bruce Lee o por las aventuras de ciencia ficción del universo de Star Wars.
Como conclusión, una serie que todavía está cogiendo el ritmo y que poco a poco puede ir puliendo algunas asperezas y ñoñerias, pero que es de visionado obligatorio este verano. Nos encantan los scratches, los vinilos y los afros, pero sobretodo nos encanta la música. Interesante cuanto menos.