¿Es que no existe más gente?
En un mundo sobrepoblado, donde se construyen viviendas de costa a costa en continentes enteros, priorizando el cemento a los oxigenantes y necesarios paisajes verdes, cuesta creer que exista una monopolización respecto a ofertas de empleo en cualquier industria. ¡Con tantas personas! Me refiero a esa gente que parecen ser la única opción para cubrir unas necesidades, que acaban convirtiéndose en monarcas inamovibles que obstaculizan la entrada de nuevos actores al espectáculo.
Esto ocurre incluso en la industria del cine, la industria de los sueños, la mina de oro que consiguieron los americanos dejando un poco al otro lado del charco -con mercados muy potentes antaño como el alemán y el soviético- la esencia del mismo, del arte. Hoy en día, se ha convertido enteramente, la hollywoodiense, en una industria más, con los mismo fallos que cualquiera. ¿O es que no hay enchufismos en el cine, favoritismos y preferencias por razones poco profesionales? Decisiones alocadas que solo se comprenden desde la puerta de grandes despachos hacia dentro, y cuyas razones jamás llegaremos a conocer.
Pero lo peor, es que esto se aprueba por el público. Ya no eso, sino que se ha normalizado y somos nosotros mismos los que no podemos ver un colectivo de sujetos, sino a un único individuo. Una miopía demasiado contagiable y que se está cargando miles de proyectos, miles de trabajos.
No me entra en la cabeza que se esté rumoreando que Zack Snyder podría dirigir The Flash. No lo entiendo, de verdad. La película que llegará en 2018 -aunque tampoco pondría la mano en el fuego- ya ha perdido a varias piezas importantes del equipo, siendo la última su director Rick Famuyiwa. Tras esta salida es cuando la gente empieza a hablar, las redes empiezan a arder… ¿y les surge el nombre de Snyder? ¿Piensan darle a partir de ahora todos los proyectos de DC al mismo director? No voy a entrar en cómo realiza el trabajo porque dirige como el culo pero me parece excesivo este abuso de un nombre, así como una falta de respeto al resto de directores que podrían encargarse de este tipo de proyectos. Pero lo peor es que seguramente el nombre se baraje entre los propios seguidores masocas que les da por hablar en Internet y son incapaces de ver que existe más vida después de Snyder. Incapacidad tan acentuada casi como la de Snyder por ver que existen más formas de hacer cine que adaptar cómics.
De todos modos, el motivo de este artículo es porque leí hace una semana que se estaban recogiendo firmas para que Quentin Tarantino dirigiera Deadpool 2. ¡Y la recogida lo estaba petando! ¿Somos gilipollas? No comprendo quién ha sido el iluminado que abrió esta iniciativa -ni quién es tan imbécil para apoyarla-, si fue un seguidor de Tarantino o un seguidor de Deadpool. ¿De verdad no veis que no pueden coexistir esos personajes en un mismo proyecto? Tarantino sabe manejar muy bien el humor negro y la violencia gratuita, elementos que compartiría con el proyecto de Deadpool, pero no es capaz de adaptar el trabajo de otra persona. El ego le puede, como vimos en Jackie Brown, y acaba haciendo una propia visión de la obra original que dista mucho de ésta, para así dejar claro que el autor es él.
Haría un Deadpool Tarantino y sería un peliculón, seguramente, pero los mismo idiotas que firmaron la petición como fans del mercenario bocazas saldrían del cine llorando porque lo que han visto no era el personaje que adoran. Pensad un poquito.
Pero este abuso de nombres no ocurre únicamente en EEUU. Hollywood es modelo a seguir de sectores de la industria internacional con poca personalidad, y en España no vamos a ser menos idiotas que el resto. Hace unos días se anunció que ya había presentador de los Goya para la próxima edición: Dani Rovira, por tercera vez seguida. Quitando lo cansina que puede resultar esta decisión -así como la hipocresía del que la acepta tras decir arrepentirse un año antes- destaca este exceso de ofertas hacia una misma persona. Hay mil presentadores en España, cosa que Rovira no lo es que yo sepa, y no tienen opción de lucirse porque solo quieren al de Málaga. ¿Pero quién lo quiere?
No se limita esto a galas, que al final es lo menos importante. Lo realmente triste es que ocurre con las películas también, donde de cada tres comedias dos las protagoniza él. Y cuidado que ahora quiere probar con el drama. ¿Qué pasa con los jóvenes actores? ¿Dónde está su futuro? No tienen opciones, siendo el claro ejemplo el casting de Super López, un personaje perfecto para mostrar una nueva cara y poder tener una insuperable proyección nacional. Pues no, para Rovira.
Pero esto no es ni mucho menos nuevo. En España siempre que ha habido un actor de moda, incluso cantante, se le ha exprimido. A él y al espectador. Y no solo hablo de cine y series, pues en teatro está ocurriendo lo mismo con Angy Fernández, por ejemplo.
La industria no va a cambiar por sí sola, pues sigue vendiendo esa fórmula claustrofóbica a modo de museo de espejos. El caso es que tiene que ser el espectador el que se de cuenta de lo que está pasando y empezar a hacerse notar. Y no, no me refiero a que haga recogidas de firmas estúpidas para reforzar el marco establecido mientras el mercado y los tres actores y directores con empleo se descojonan en sus despachos. Lo que hay que hacer es abrir los ojos, hablar y hacer abrir los ojos.
No nos tratéis por tontos, pues nos podemos adaptar a caras nuevas.