«La cura del bienestar»; las enfermedades de la sociedad
Tras su desigual paso en plena industria hollywoodiense, Gore Verbinski (Piratas del Caribe, El llanero solitario) disfruta de total libertad creativa en La cura del bienestar. Una cinta sobre las enfermedades de la humanidad contemporánea de claros toques arty y un magnetismo evocador de Serie B y de aromas “polanskianos”.
Lockhart (notable Dane DeHaan) es enviado por la empresa en busca del CEO, que se retiró a un extraño y lujoso Spa situado en un pueblo suizo para descansar y “curarse”. Cuando Lockhart llegue a ese lugar pronto se dará cuenta que ese centro terapéutico esconde muchos misterios y que sus experimentos en busca de la milagrosa recuperación no son lo que parecen.
Con la ayuda de su colaborador habitual, el director de fotografía Bojan Bazelli, Verbinski sabe ofrecer en La cura del bienestar un universo inquietante enigmático, ofreciendo su trama a partir de pequeños detalles en los diálogos de sus personajes, en su comportamiento o con la exploración de Lockhart por los espacios de esa institución; necesitando como pocas veces ya se ve dentro del género, la atención y participación activa del espectador para construir los misterios de ese idílico lugar de pesadilla.
Verbinski confirma aquí su gran talento para las atmósferas, para construir sus relatos y la sensación del espectador a partir de los paisajes; ofreciendo una de las cintas de género más extrañas y destacables del cine comercial en los últimos tiempos. Ofreciendo una jugosa mezcla entre el Polanski más enfermizo, el terror gótico de la Hammer o la laberíntica locura del Shutter Island de Scorsese, siempre eso sí con una personalidad propia más que atrayente.
Verbinski pone el dedo en la yaga de nuestra sociedad, un ente enfermo basado en el capitalismo y en la egoísta ambición, afectando el espíritu de los jóvenes, ahogados en traumas y en una falta de moral aceptada por el sistema. Una mirada inquietante a las obsesiones de nuestro tiempo; la riqueza y la salud; el estar por encima del resto y sentirnos llenos de un (falso) “bienestar”.
Lo único discutible de esta cinta enigmática y especial sea seguramente su excesivo metraje, que se ve decaído por un desenlace final demasiado precipitado además de algunas fugas narrativas que no llegan a estar justificadas y sólo sirven como mero relleno. Aún así, Verbinski ofrece una cinta enfermiza, inquietante y apasionadamente misteriosa sobre las obsesiones de la sociedad contemporánea; confirmando a Verbinski como un talentoso creador de atmósferas y espacios.
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