«Por trece razones», serie que entretiene a la vez que conciencia de una forma excelente

Nota:
Trece capítulos cargados de intriga, suspense y revelaciones impactantes es lo que nos trae Por trece razones, la exitosa serie de Netflix que está dando la vuelta al mundo.

En muchas ocasiones el cine busca simplemente la función de entretener. Sin embargo, esta serie busca además concienciar y sensibilizar al espectador sobre un tema considerado tabú en la sociedad. Por consecuente, y en primer lugar, me gustaría recomendar la serie a todo el mundo para hacer visible el problema del acoso escolar. Con su visionado serían muchos los problemas que se pueden resolver, fomentando la comunicación entre padres e hijos y haciéndonos ver como reaccionar ante tales situaciones.

Esta adaptación homónima del libro de Asher Jay nos muestra a Clay Jensen, un adolescente que vuelve un día del instituto y encuentra una caja misteriosa en su habitación. Al abrirla descubre trece cintas de cassette (lo que resulta muy retro y muy ‘cool’) donde Hannah Baker, una muy buena amiga suya y por la que sentía algo especial, grabó los motivos de su suicidio unas semanas atrás. Clay las escucha de acuerdo a las instrucciones de Hannah, descubriendo que hay más gente implicada y con el terrible presentimiento de que él estará entre esos motivos. De tal modo, irá viendo como su cordura se tambalea por los relatos contados por su amiga.

Netflix nos ofrece un producto sensible a la vez que eficaz para tratar un tema tan delicado. Si bien conocemos que existen series que tiene transiciones aburridas para llegar al colofón final, en esta serie ningún capítulo baja el listón. Todos y cada uno de ellos mantiene la tensión y la incertidumbre de descubrir un nuevo suceso. Gracias a esto, se puede descubrir ciertos matices que podrían pasar desapercibidos y son igualmente importantes.

El abuso escolar como tema principal

Por trece razones  nos muestra los típicos estereotipos que encontramos en un instituto. En un lado encontramos a los malotes/populares de todo instituto que marcan el ritmo, imponen su ley e intimidan a los se interponen en su camino, niños ricos y deportistas que son alabados por todos. En otro lado están los incomprendidos que se centran en sus estudios, son raros, asociales o estudiantes nuevos que llegan transferidos y que son el objetivo de los anteriores.

No omite absolutamente nada. De hecho, hay tres o cuatro capítulos que inician con el anuncio de que puede herir la sensibilidad del espectador. Por ello es tan sumamente estremecedora, contando la historia de los motivos de un suicidio y con escenas tan fuertes que se cuelan en el espectador. Las penurias que pasan algunos adolescentes, que se sienten vacíos y perdidos, llega al sentimiento de compasión con la protagonista. Una triste historia que, por desgracia, ocurre en nuestra sociedad de manera constante.

Por este hecho, considero que la idea de hacer esta serie es muy acertada. A la vez que mantiene pegado al sillón con las uñas clavándose en la tela, introduce la realidad detrás de los suicidios de menores. Suicidios que, en muchas ocasiones, se lloran por unos días y, con el paso del tiempo, se quedan en el olvido sin saber qué o quién ha sido el responsable de esto. Únicamente los familiares de la víctima recordarán lo sucedido, clamando justicia. Por ello hay que concienciar tanto a padres como a hijos de lo correcto y del daño que se puede llegar a hacer con simplemente palabras o actos que, a veces, parecen inofensivos.

Dos grandes actores principales ensalzan esta producción

Aclarar antes de comenzar con el análisis del elenco dos cosas. En primer lugar es obvio que actores juveniles haciendo de adolescentes no pueden estar a la altura de actores más profesionales y, sin embargo, es necesaria esta edad para conseguir establecer el contexto en un instituto de un pequeño pueblo donde todo el mundo se conoce. En segundo lugar, distinguir entre los dos protagonistas y el resto de secundarios igualmente necesarios.

Dylan Minnette (Clay Jensen) es el candidato perfecto para representar el papel. Tanto su físico como sus continuas expresiones son perfectas. Consigue hacer desconfiar y, a la vez, enternecer con ese pobre chico que está en busca de la verdad. Un actor que, si elige bien sus próximos papeles, puede tener un prometedor futuro. Lo mismo pasa con Katherine Langford (Hannah Baker), que aún siendo el personaje que falta, se gana el protagonismo sin exagerar y sin hacerse pesado, consiguiendo gustar a la cámara en todo momento.

En cuanto a los secundarios, hay tantos que solo hablaré de los que destacan. Tanto Ross Butler (Zach Dempsey) como Steven Silver (Marcus Cole) son dos de los secundarios que mejor consiguen interpretar su pequeño papel. Justin Pretince (Bryce Walker) consigue también una buena interpretación, la cual es bastante sencilla, aunque resulte en ciertos momentos irritable. La oveja negra es Brandon Flynn (Justin Foley), que no sabe mantenerse en sus trece y muchas veces no sabes si está riendo o llorando. Uno de esos tipos irritable hasta la saciedad.

En consecuencia, nos encontramos ante una de las mejores series que Netflix nos ha traído en los últimos meses y su éxito mundial lo demuestra. Además, su mensaje es un aporte a la sociedad y a las aulas de todo el mundo. La educación moral es tan importante como la didáctica, por lo que invito a todo padre y adolescente a ver esta producción, para conseguir ponerse en la piel de aquel que no lo pasa bien y vea que se siente y sus consecuencias. Porque en ocasiones solo necesitamos algo de amistad y una sola palabra pude sacarte de ese vacío.

 

Jorge Martínez

Jorge Martínez ha escrito 185 artículos en Ciempiés.

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