Un año después vuelven las aventuras de Klaus, Violet y Sunny con el fin de destapar el misterio tras el asesinato de sus padres, perseguidos siempre por el Conde Olaf
Aclamada por todas las críticas, Una serie de catastróficas desdichas vuelve con su segunda temporada de mano de Netflix. La caracterización de los relatos de los hermanos Bodelaire y un carismático Neil Patrick Harris en el papel del Conde Olaf siguen presentes. También los monólogos de Lemony Snicket Su esperado regreso no nos ha decepcionado y Netflix vuelve a recuperar uno de sus puntos fuertes.
Tras las incomprensibles muertes de sus tutores, los hermanos Bodelaire tendrán que abordar nuevas aventuras. Perseguidos siempre por el Conde Olaf, Violet, Kalus y Sunny se entrometerán en una serie de eventos que pondrán a prueba tanto su intelecto como su valor. Llegarán así a una cochambrosa academia que tendrá mucho que ver sobre el asesinato de sus padres y la misteriosa organización a la que pertenecían. Así, los huérfanos encontrarán pistas una tras otra para resolver el enigma.
Nuevos personajes y nuevas catástrofes abordarán a los protagonistas. Así, podemos ver como se suman dos huérfanos más que entrelazan una gran amistad con los Bodelaire. Al igual, nuevos miembros se unen a la corporación secreta y benevolente a la que pertenecían sus padres intentando ayudarles. Y, por supuesto, también nuevos villanos al servicio del Conde Olaf hacen su aparición. Todo esto, sumado a las nuevas aventuras en distintos lugares pintorescos logran una admiración total por parte del espectador. En su conjunto consigue una trama que pocas series pueden conseguir.
Además, la ambientación y el decorado proporcionan una delicia a los ojos. Lugares la mar de extraños, inmundos e inverosímiles ahondan aún más en ese aspecto de depresión que envuelve a los Bodelaire. Los planos de cámara también favorecen a este complejo. En muchas ocasiones recuerdan a los utilizados por el famoso director Wes Anderson, tanto por su uso de la cámara como por sus escenarios.
Personajes que no decaen
Los ingeniosos huérfanos proporcionan un buen punto en la historia. Sus capacidades deductivas y para inventar aparatos generan un gran entretenimiento. Más aún si se une con situaciones peliagudas en las que el tiempo de reacción es lo que menos abunda. De esta forma se crean momentos de tensión y énfasis que brillan por sí solos. Si cabe decir que, en algunos casos, se suelen dar de manera precipitada e innecesaria, pero no dejan de sorprender.
Sin embargo, la estrella de la pantalla sigue siendo el Conde Olaf. Interpretado por Neil Patrick Harris, el malvado padrastro de los niños copa todos los flashes. Un personaje carismático, orgulloso y multifuncional. El Conde Olaf puede aparecer tanto como entrenador deportivo como de médico doctorado. De esta forma, nunca se sabe cual va a ser su papel y de qué manera responderá.
La única pega que denota la serie es su repetición. Cierto es que esto ocurre en la novela de Daniel Handler, de la que ha sido adaptada. Las situaciones se repiten con la misma trama en distinto escenario y con personajes diferentes. Sin embargo, al final siempre se resume a lo mismo: el Conde Olaf se disfraza y solo los huérfanos se dan cuenta, teniendo así la difícil misión de desenmascararlo con ínfimo éxito.
En resumen, una producción que entretiene en gran medida, con personajes excepcionales, tramas enrevesadas bajo un mismo fondo y un apartado visual que, lejos de ser cutre, se amolda perfectamente a las situaciones catastróficas que se nos presentan. Los huérfanos Bodelaire deberán esperar a una próxima temporada para seguir resolviendo el misterioso asesinato de sus padres.
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