Fargo II, odiado anuncio de adaptación que ha vuelto a demostrar valer la pena

¿Os acordáis cuando se hizo público el anuncio de la adaptación de Fargo, esa obra maestra de los Coen, a la pequeña pantalla? Todos pusimos el grito en el cielo y no es para menos: coincidió con una época- que desgraciadamente todavía vivimos- llena de remakes, reboots, secuelas y adaptaciones a tv muy innecesarias, ninguna demandada por la audiencia. Además, la gran mayoría resultaron ser productos de segunda que destrozaron grandes obras anteriores.

No obstante, llegó Fargo a la televisión con sus grandes fichajes, como Martin Freeman y Billy Bob Thornton, y enganchó de inmediato al público y la crítica. Tanto que acabó alzándose con la mayoría de galardones incluyendo el Emmy y Globo de Oro a mejor mini-serie, y eso que competía con la dura- para mí superior- True Detective.

Sí, estoy de acuerdo con Peggy. No es como que vas conduciendo a casa con un Gerhardt en su parabrisas y, ya sabes, empiezas la cena.

¿Estará la secuela a la altura?

Ya tenemos la respuesta a esta pregunta: no, no es que esté a la altura, es que ha superado a su predecesora con creces. Esta segunda entrega de asesinatos en la tranquila Minnesota es una de las mejores mini-series que se han hecho nunca, y la mejor serie de este fantástico año para la televisión, el cual nos ha traído geniales nuevas propuestas como Jessica Jones, Daredevil, Sense8, Narcos, Ash vs Evil Dead y, quizá la que más se le acerque, Mr. Robot.

Fargo II nos propone lo mismo que la anterior serie y la película: pasar un buen rato gracias al humor negro y las tramas ridículas y sangrientas de la obra. Con un estilo muy cercano a los Coen, pero esta vez también a Tarantino, la nieve de Minnesota se vuelve a manchar de sangre mientras un abanico de personajes luchan por enderezar sus vidas a la vez que estas van colisionando las unas con las otras.

Ed (Jesse Plemons) y Peggy Blumquist (Kirsten Dunst) son una aburrida pareja normal que, tras un accidente, se ven metidos de lleno en una guerra de mafias entre la familia Gerhardt y un grupo de Kansas City, la cual deberá detener un policía local de un pequeño pueblo, el oficial Lou Solverson. Este último es a su vez la única persona que enlaza esta historia con la temporada anterior, pues se trata del padre de Molly, la agente protagonista de Fargo I y que ya dejó caer el año pasado el motivo de su retirada de la policía: un impresionante tiroteo.

Fargo II, por tanto, es una secuela muy acertada y necesaria de la temporada protagonizada por Martin Freeman. Lo que la hace más especial son sus toques western, un estilo único en la actual programación, con una estética muy de los 70, década a la que te transportan gracias a su montaje repleto de pantallas divididas, un recurso que exprimen al máximo sin cansar.

Sin embargo, esta ya franquicia destaca por sus secundarios, y eso no es ningún secreto. Cada uno de los personajes están bien cuidados y desarrollados, con su evolución en cada capítulo sin dejar nada al azar. Entre ellos destacan sin duda los asesinos Mike Milligan y Hanzee Dent, este último dando en ocasiones hasta miedo, como ya hizo Lorne Malvo en su predecesora.

Pero la triunfadora aquí, pese a que todas las interpretaciones son geniales, es Kirsten Dunst haciendo el papel de su vida de forma perfecta. Desde la saga Spiderman que no conseguía levantar la cabeza pero la misteriosa Peggy Blumquist ha hecho que muestre a todo el mundo lo que es capaz de aportar como actriz y sin duda le hará volver a despegar.

Patrick Wilson también merece una mención especial por su impecable actuación y por traernos por fin al universo de Fargo un agente de la ley duro y no tan bobalicón como los anteriores, que estaban muy bien pero había que renovarse o morir.

Sangre sobre la nieve en formato western con mucho humor que vuelve a nuestras pantallas de forma destacable, superando a su reconocida predecesora, y que deja vía libre a nuevos spin-offs de aquella película de los 90 dirigida por los Coen. Yo estoy deseando volver a Fargo el año que viene, ¿y tú?

J. Justo Moncho

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