«La academia de las musas»: Deconstruyendo el deseo

Nota:

El huevo o la gallina, la palabra o el pensamiento. Poniendo como excusa La Divina Comedia de Dante, José Luis Guerín nos trae una película que ahonda en el significado de los sentimientos, cuestionando su autenticidad o preguntándose si vale la pena ser engañados con el fin de conseguir ser objeto de deseo, o del amor, aunque sea sobre el papel.

El amor como invención de los poetas y la necesidad de las musas como ese objeto real, o no, al que se aferran, son los temas que trata la película en un guión que se mueve entre la comedia, el drama y algo de misterio, donde se nos relata la historia de un profesor de Filología que enseña poesía en la Universitat de Barcelona. Así, partiendo de fragmentos a modo de diario, veremos cómo mientras se plantea la teoría se desarrolla la práctica. Se traza entonces un juego de seducción entre profesor y alumnas, que tienen a la mujer de éste como choque con la realidad; los mejores momentos son suyos con unos diálogos cargadísimos de ironía.

Carolina LLacher y Emanuela Forgetta.

El concepto del amor, el romanticismo y los celos, expuesto desde diferentes ángulos bajo la influencia de las musas; éstas personificadas en algunas alumnas, y la propia mujer, del profesor, que con o sin intención irán alternando significante y significado, es decir, hablar de la palabra para crear la palabra.

El uso de cámara digital y la tendencia al género documental hacen de la cinta algo espontáneo, a lo que se le suma un reparto de intérpretes no profesionales que, sin embargo, son filólogos o poetas, produciendo así mayor sensación de realismo, o de un realismo más completo.

Una película muy arriesgada, compleja, en cuanto a las formas en la que está narrada; requiere la atenta presencia del espectador en todas sus escenas, con diálogos en castellano, italiano y catalán. Cine experimental, de arte y ensayo, donde la cámara se comporta en todo momento como ojo testigo, haciéndonos partícipes de toda la trama, tanto en los momentos públicos, cámara en mano, como en los privados, donde el objetivo se convierte en voyeur, tras una ventana o una puerta entreabierta.

Gabriel Martínez Ruibal

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