Secretos cinéfilos de «El Señor de los Anillos»

Una obra tan grande como El Señor de los Anillos -dividida tanto en el cine como en la original literaria en tres partes: La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del rey-, no podía estar exenta de referencias cinéfilas. La inspiración puede venir de los lugares más insospechados y dispares, y este artículo tratará de desenterrar de entre las largas horas de metraje algunos secretos que Peter Jackson escondió en su adaptación de la obra de Tolkien.

La comunidad del anillo (2001)

La primera película, el primer paso de ese gran camino. La primera vez que experimentamos la Tierra Media. Envueltos en la majestuosidad del paisaje de Nueva Zelanda, la tierra natal del director, y en la incomparable e increíblemente evocadora música de Howard Shore -sin duda, una de las mejores bandas sonoras originales de la historia del cine-, que nos acompañarán durante todo el viaje, los espectadores vemos por primera vez en pantalla a Gandalf, Frodo, Aragorn y compañía, sus luchas internas, sus miedos, sus dudas y, cómo no, sus batallas externas, a capa, arco, flecha, escudo, vara y espada.

Quizá sea la más opaca, en la que más cuesta encontrar referencias a otras películas, pero, al final, siempre hay alguna pista que nos deje ver de dónde proviene la inspiración. Y en este caso, de la otra gran saga de ciencia-ficción, de Star Wars. En Una nueva esperanza (1977), cuando Luke Skywalker, Han Solo, Leia y Chewbacca caen en el depósito de basuras de la Estrella de la Muerte, los ataca una especie de pulpo espacial con innumerables tentáculos que, cómo no, agarra al protagonista, mientras las paredes del habitáculo se estrechan. Bien, en La comunidad del anillo, ¿qué arremete contra Frodo y demás cuando están a las puertas de Moria? Es cierto que la obra literaria es anterior a la película de George Lucas, pero esa imagen del ataque es indisoluble de la de Peter Jackson.

Las dos torres (2002)

Lo que van a leer no es broma. La segunda parte de la trilogía encierra una referencia a una película de los hermanos Marx.

En Las dos torres se nos narra el siguiente paso en el camino. La compañía se ha separado y cada uno hace la guerra contra el mal de Sauron por su cuenta pero con el mismo fin. Frodo y Sam buscan solos la ruta a Mordor hasta que, perdidos y desesperados, encuentran al traicionero Gollum. Pero esto, para lo que nos ocupa, es secundario. El secreto cinéfilo de esta cinta está en su momento más dramático: en la batalla por el Abismo de Helm, que por otro lado, no es sino un homenaje de Tolkien a la batalla de las Termópilas -los números cuadran-.

Cuando la lucha está en su peor momento, con los guerreros atrincherados en el interior de la fortaleza, acorralados por los Uruk-hai, el rey Theoden, suelta la siguiente frase: «¡Traed madera!». Sí, la que quizá sea la cita más famosa de Groucho Marx, dicha en Los Hermanos Marx en el Oeste (1940)  -a su vez, una de las mejores metáforas sobre el capitalismo, junto con Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin y Pozos de ambición (2007) de Paul Thomas Anderson-, irrumpe en el clímax, uno de ellos, de la versión extendida de Las dos torres. Un capricho del director. Un pequeño guiño al espectador atento. Una genialidad.

El retorno del rey (2003)

El último paso, la película más rimbombante, la cinta de los récords -se llevó once Oscar-. El broche de oro perfecto para una gran obra, para una gran adaptación de una gran obra.

El viaje llega a su fin y todo acaba como tiene que acabar: bien. Todo encaja, todo está perfectamente ubicado. La cinta sienta precedente en lo que ha rodar batallas se refiere, perfectamente coreografiadas -la carga de los Rohirrim-. Aunque el director se toma ciertas licencias a la hora de llevar el libro a la gran pantalla, detalles que, en absoluto, influyen en el resultado final o lo desvirtúan. Puede calificarse de obra redonda.

Uno de esos pequeños detalles que Peter Jackson añadió está en la lucha que Sam mantiene con Ella-Laraña por Frodo cuando el monstruo inmoviliza al hobbit a las puertas de Mordor. La inspiración, en este caso, proviene claramente de El increíble hombre menguante (1957) una de las obras maestras de la ciencia-ficción, además de una profunda reflexión sobre la condición humana muy del estilo de los libros de Philip K. Dick. La escena de la lucha de Sam parece sacada prácticamente plano a plano, en un honesto homenaje, de las últimas secuencias de esta película, en las que el diminuto protagonista debe matar a una araña para conseguir sustento.

Como ven, incluso las fantasías medievales y las adaptaciones cinematográficas de obras literarias esconden secretos cinéfilos que merecen ser descubiertos para disfrutar, en todos los sentidos, de la película. Probablemente, una tan opulenta como El Señor de los Anillos encierre más. Seguiremos atentos.

Guillermo García Gómez

Guillermo García Gómez ha escrito 47 artículos en Ciempiés.

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