De cuando el deporte se cuela en la gran pantalla
Una vez, uno de los empresarios más importantes de EEUU dijo: “el deporte y la recreación son tan vitales para esta nación como el trabajo productivo”. El deporte y la recreación, el entretenimiento, el cual alcanzó su máxima expresión gracias a la invención del cine. El autor de esta cita habla de lo necesario que es un acercamiento entre el deporte y el entretenimiento en los trabajadores, para alcanzar su mejor rendimiento y conseguir así el mejor rendimiento para el país. Este famoso empresario se llamaba Walt Disney y creó al ratón más famoso de la historia.
Desde el inicio del siglo pasado ambas actividades han estado muy presentes en nuestra sociedad, entrando poco a poco para finalmente establecerse como las dos principales vías de desconexión del día a día. Tanto una como la otra ahora se han convertido en grandes industrias que mueven montañas de dinero y que en el fondo saben que están destinadas a coexistir, como bien podemos ver en las múltiples participaciones de personalidades de la ficción audiovisual en el mundo deportivo. Del mismo modo hay un especial tratamiento del cine hacia el deporte, convirtiéndose ya en un género cinematográfico propio, con un sinfín de obras destinadas al cubrir prácticamente todas las disciplinas.
Gracias al cine hemos podido escalar los cañones de Utah y sobrevivir junto a James Franco 127 horas atrapado, gracias al cine hemos aprendido a jugar al golf con Will Smith como maestro en La Leyenda de Bagger Vance, y esto fue en los 30. Una década antes pudimos convertirnos en atletas británicos con Carros de Fuego, peleando por un lugar en la historia de los Juegos olímpicos, al igual que la selección de jamaicana de bobsleigh, que en Elegidos para el triunfo aprendieron, y aprendimos, para qué servía un trineo.
También peleamos, y esta vez casi literal, contra los más fieros oponentes en prácticamente todas las disciplinas, desde el wrestling como Mickey Rouke en El Luchador, a la lucha grecoromana con Steve Carrel como patrocinador en Foxcatcher. Pero es en el boxeo donde se ha alcanzado el máximo reconocimiento del género, siendo el deporte más OSCARizado gracias a directores de la talla de Scorsese, con su Toro Salvaje, y Clint Eastwood y su Million Dollar Baby. Además, no podemos olvidarnos de las sagas de Rocky e Invicto, o la cada vez más frecuente intromisión de las artes marciales mixtas en el séptimo arte como vimos en Warrior o en Rompiendo las reglas.
Volvemos a Clint Eastwood para hablar de otra imprescindible, Invictus, donde realiza un biopic de Mandela a través de su relación con el rugby, deporte nacional suthafricano y de muchos países.
Pero en Europa tenemos un rey, que es el fútbol, aunque desde Hollywood no han querido invertir mucho en él. Quizá la más alabada por la crítica sea Quiero ser como Beckham, y la más conocida por las apariciones de equipos y jugadores reales sea la saga ¡GOOOL!, pero no llegan al nivel de otros deportes. España ha intentado aportar algo aquí con películas como Días de fútbol o El penalti más largo del mundo, pero yo me quedo con una que proviene de Hong Kong, Shaolin Soccer, donde vemos a monjes haciendo magia con el esférico. Sin olvidar que también pudimos ver al mismísimo Rocky darse unos toques en Evasión o Victoria.
Pero, como es lógico, los deportes más explotados son aquellos que más gustan en américa.
Así se demuestra con la creación de obras tan descabelladas como el partido de baloncesto en el que Michael Jordan compartió banquillo con Bugs Bunny y el Pato Lucas, el proyecto de Kevin Costner de construir un campo de béisbol para unos fantasmas o el partido de fútbol americano entre los guardias y presos, capitaneados por Adam Sandler. De béisbol hay que destacar el caso de Monyball, en la cual gracias a Brad Pitt podemos apreciar lo que hay en los despachos de los grandes equipos, independientemente del deporte, y cómo se desarrolla una estrategia de fichajes.
Y no hay que olvidarse del motor, que trajo grandes taquillazos como Rush, de Ron Howard, o Cars, donde Pixar introdujo a los más pequeños en el mundo de la Nascar, al igual que haría después su principal rival, Dreamworks, con Turbo. Aunque todavía no ha habido coche que quite el podio a Herbie, cumpliendo en unos meses los 50 años invicto.
Sin duda, el deporte y el cine están destinados a crecer juntos, necesitándose mutuamente para que nosotros, los aficionados, podamos disfrutar de lo que más nos gusta por mucho más tiempo.