Apología iconoclasta de «La amenaza fantasma»

La trilogía galáctica original es imperecedera. Desde que en 1977 se estrenara Una nueva esperanza y la música de John Williams y los créditos iniciales más famosos de la historia del cine empezaran a entusiasmar a medio mundo, cada estreno de una nueva película de  Star Wars ha sido un acontecimiento. Sin más. La saga es tan icónica que ha trascendido lo puramente cultural por el ambiente casi legendario que la rodea: la parafernalia de efectos especiales, visuales y de sonido, los dos soles, los robots y su mala puntería, las luchas de altos vuelos y a ras de suelo, a espadazo láser limpio, las místicas enseñanzas de un maestro retirado en el ostracismo, las apariciones fantasmales que ayudan a resolver problemas, las criaturas espaciales que parecen entender el inglés a la perfección, el peinado y el traje de baño de la realeza intergaláctica, la benevolencia de los mercenarios si se parecen a Harrison Ford, el «te quiero», el «lo sé» y el «yo soy tu padre»… En cuanto a la calidad cinematográfica, con El imperio contraataca (1980), segunda entrega pero quinta en el orden cronológico, Star Wars alcanza su cima; es la más oscura e introspectiva de todas. El retorno del jedi (1983) cierra y redondea con fuegos artificiales las tres primeras cintas.

Pero para que haya héroes tiene que haber villanos, y el villano más grande de la saga es La amenaza fantasma (1999). Injustamente, por cierto, de eso va este artículo. Cuarta entrega pero primera por los caprichos de George Lucas. Película denostada hasta el hartazgo. El primer episodio de esta gran historia cuenta los orígenes de Anakin Skywalker, el mesías malogrado, y los esfuerzos de sus mentores, Qui-Gon Jinn primero y Obi-Wan Kenobi después.

El argumento más contundente contra la película es el irritante Jar Jar Binks, esa especie de Yoko Ono inocente pero que se ha ganado, como su homóloga, aunque ésta con razón, la animadversión, y aun las iras, de todos, o casi todos, los fans. Pues bien, opiniones aparte, pues es verdad que es irritante y estereotipado, lo cierto es que es completamente inofensivo, es decir, el personaje, a pesar de aparecer en gran parte del metraje, no desempeña ningún papel importante en el argumento; por cierto, igual que Finn en El despertar de la fuerza (2015), que sólo tiene cierta relevancia en los primeros minutos. Así que las furias no tienen sentido.

Se dice y se escribe que la película se centra demasiado en los rudimentos burocráticos de la República, que dichas escenas son tediosas, y con razón. Pero en ellas se explica el origen del Imperio, se da a conocer cómo el futuro Lord Sith empieza a hacerse con el poder, luego son necesarias. Sin embargo, lo que realmente carece de la enjundia suficiente que justifique su presencia en una película de Star Wars es la carrera de Anakin en su Tatooine natal; las secuencias que ocupa son demasiado largas para una carrera tan frenética, y éstas han pasado desapercibidas.

Luego están los héroes. En La amenaza fantasma vemos el primer encuentro entre los adorados y carismáticos C3PO, todavía en fase inicial, y R2D2, ya a pleno rendimiento -siempre es una ventaja contar con él-. Punto a favor. Por otro lado, Qui-Gon Jinn es un grandísimo personaje, interpretado por Liam Neeson, un grandísimo actor, que desencadena el resto de las historias al ser el descubridor del futuro Darth Vader -punto a favor-, que nos explica algo más el funcionamiento de la Fuerza -los famosos, y también odiados por el gran público, midiclorianos-.

Pero el gran acierto de la película es su antihéroe: Darth Maul. Uno de los malos más logrados de la saga -con permiso del inefable Lord Vader-. De estética y habilidades deslumbrantes -espada doble incluida-, este iracundo malhechor nos brinda la mejor pelea de Star Wars: la que mantiene contra los dos jedis protagonistas. Dos contra uno, como saben. Y el gran acierto dentro del gran acierto de la cinta es la secuencia en que los combatientes quedan atrapados entre las puertas láser, que se activan alternativamente, y que permite el silencio, la calma contenida y la pausa, dentro de la vorágine perfecta que es esta lucha acompañada, como apoteosis, por Duel of the fates, el tema de John Williams.

Como se ha visto, La amenaza fantasma no mereció la reprobación unánime de crítica y público, sobre todo de público, a la que fue sometida en su estreno. El ataque de los clones (2002) y La venganza de los sith (2005) tienen más carencias cinematográficas y agujeros de guion que la primera entrega y no han sido tan defenestradas.

Háganme caso, no se dejen engañar, la película no es tan mala. E ir a contracorriente no está tan mal.

Guillermo García Gómez

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