«El nacimiento de una nación»; efectismo y violencia para la revolución esclavista
Utilizando el título homónimo de la histórica y fundacional del cine narrativo El nacimiento de una nación de D.W. Griffith, Nate Parker revela el carácter reivindicativo y de girar la representación, abiertamente racista, de la construcción de la nación estadounidense en una mirada de rebelión ante la injusticia, muy de actualidad y necesidad en la sociedad norteamericana.
La cinta de 1916 firmada por Griffith resulta uno de los episodios más importantes de la historia del cine, el director americano fundó los resortes narrativos del cine tal y como lo conocemos, añadiendo elementos como el “flash-back” o el orden institucional del cine clásico. Más allá de su valor histórico dentro de la narración cinematográfica, Griffith construía una evidente mirada racista y otorgaba un “deber” heroico al Klu Klux Klan, valiendo de paradigma de la superioridad blanca y la superficial mirada al esclavismo y el racismo que durante el primer cine de Hollywood imperó e influenció a los espectadores y la cultura popular.
Parker toma el título y poco más del clásico de Griffith, ofreciendo una mirada efectista y de aires mesiánicos a su héroe principal (interpretado por él mismo); inspirado en el personaje real Nat Turner, un predicador esclavo que organizó una rebelión de los esclavos años anteriores al inicio de la Guerra Civil.
Parker ofrece paciencia en la construcción de personajes, aunque muchos resulten familiares para el cinéfilo curtido en cintas de este contexto, y otorga imágenes de gran fuerza aunque su clara muestra de rabia y su excesiva plasmación de la violencia parezca la solución contra una evolución del relato y de sus personajes bastante floja.
El cineasta otorga además una interesante mirada a la fe, al poder que la Biblia tiene de ser el referente para el miedo y la obediencia y al mismo tiempo la prueba literaria que sirve de búsqueda de la rebelión y la libertad, otorgando por otro lado un exceso de referencias bíblicas y una mirada bastante fundamentalista al cristianismo y al poder de la fe, que mezclada con su contundente violencia, le entroncan al cine de Mel Gibson (el australiano varios escalones por encima en curtido talento en la dirección). Lo que le otorga al Nat Turner del filme aires de héroe mesiánico y de profeta, como si de Moisés o Jesucristo se tratara, pero en donde su reflexión sobre la religión y, la violencia que históricamente se justifica por ella, podrían haber sido más aprovechadas.
Parker ofrece una mirada demasiado efectista, demasiado precipitada por la rabia y la reivindicación a los violentos pilares y fundamentos de la sociedad americana, echando de menos la solidez y realismo de la oscarizada 12 años de esclavitud; que ofrecía una pieza fílmica mucho más completa y abierta del esclavismo y el racismo. Una respuesta por otro lado eficaz y evidente al clásico racista de Griffith, que aporta aires reivindicativos ante la injusticia tan de actualidad en la nación estadounidense, resultando una mirada necesaria y visceral.
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