«Infiltrado en el KKKlan»; Spike Lee vuelve en plena forma para poner el dedo en la yaga a Trump y al poderoso papel de organizaciones blancas extremistas en un thriller satírico muy disfrutable
Spike Lee ofrece su efectista estilo en este homenaje a la blaxplotation de los setenta y que incurre en el poder cultural del racismo dentro de la sociedad estadounidense recontruyendo una increíble historia real que destapó el renacer del Ku Klux Klan
El nombre más combativo del cine estadounidense afroamericano desde los ochenta vuelve a la primera fila de Hollywood con esta oportunista Infiltrado en el KkKlan que expone desde un grueso tono satírico una increíble historia real de los años 70 que destapa el racismo y poder blanco que continua en pleno poder en la América de Trump y las políticas que propugna en la Casa Blanca.
Spike Lee abre el filme con una secuencia del clásico Lo que el viento se llevó de 1939; la secuencia en la que Scarlet O’Hara atraviesa la calle principal llena de heridos confederados en un maravilloso plano aéreo que termina con la bandera confederada en primer término. De ahí se nos presenta a un experto supremacista blanco que ataca a judíos, negros y enaltece la raza blanca americana con imágenes de El nacimiento de una nación de D. W. Griffith de fondo.
Una visión contundente que de paso permite a Spike Lee una de las reflexiones más interesantes de este notable filme y que parece tomar él como elemento habitual en su cine. El poder del séptimo arte en la influencia y retrato sociopolítico, en un mundo y país estadounidense dominado siempre en la imagen del hombre blanco.
Spike Lee tras éste prólogo, nos presenta a Ron Stallworth (del que adapta su novela), interpretado por John David Washington. Un detective novato que tras entrar en el departamento de Colorado Springs llama a la organización de Ku Klux Klan por teléfono haciéndose pasar por un ario americano racista. Tras esta llamada y en un inquieto ambiente con los reivindicativos Black Panthers al otro lado de la línea, Ron y su compañero y alter ego blanco Flip Zimmerman (Adam Driver) se infiltran en el Klan para destapar un inminente atentado de la organización.
Es fácil discutir a Spike Lee su contundencia y brocha gorda a la hora de denunciar el racismo estadounidense y el papel de las organizaciones frente a ello. Primero es una valoración simple a causa de que en el cine de Lee la sutil habilidad de denuncia nunca ha sido protagonista y segundo, porque sabe tomar la narración desde una perspectiva satírica que permite aligerar el relato y exponer de forma directa su discurso y denuncia.
Quizás o sea un filme para no conversos e incluso, no sea un título que vaya a exasperar a los que busca criticar pero indudablemente Spike Lee firma su obra más notable desde hace ya más de una década (habría que irse quizás a la más poderosa Haz lo que debas en la cronología); ofreciendo un notable homenaje al cine policíaco de los setenta y a la blaxplotation dentro de un relato oportunista y satírico que ataca a viva voz al gobierno Trump. Explícito además en imágenes de archivo finales del filme, que subrayan el discurso crítico de Lee y lo ponen de rabiosa actualidad.
Un reparto estupendo y entregado a la causa en el que cabe destacar al camaléonico Adam Driver; terminan de conjuntar un filme más bien para conversos del discurso Lee que realmente dispuesto más allá de su superficie a provocar a sus enemigos y denunciados extremistas. Un regreso en buena forma de Lee al que se le puede discutir un cierto subrayado en su mensaje y una propuesta estética notable aunque algo rutinaria dentro del estilo habitual del combativo director neoyorquino.