A propósito de malas traducciones

 

Ya conocemos el título del octavo capítulo de la saga más famosa del cine, Star Wars, que se estrenará a nivel mundial el 15 de diciembre de 2017. El siguiente paso de la historia de los Skywalker y compañía se llamará Los últimos jedi, y ese plural ha suscitado comentarios y despertado polémicas, ya que, aunque no es completamente seguro, todo parece indicar, según lo visto en El despertar de la Fuerza (2015), que la traducción al castellano, el original es The last jedi, mucho más ambiguo, ha desvelado una parte importante de la trama: no olvidemos que el séptimo capítulo de la franquicia acababa con el encuentro entre Rey y Luke.

En España contamos con una tradición muy arraigada de traducir un poco de aquella manera los títulos de las películas, admitámoslo. Algunos de esos cambios resultan llamativos, o aun simpáticos, como es el caso de La última noche de Boris Grushenko (1975), de Woody Allen, cuyo título original es Love and death, o el de la obra de Michel Gondry ¡Olvídate de mí! (2004), antes conocida como Eternal sunshine of the spotless mind.

La lista se alarga con los años: La fiera de mi niña (1938), por Bringing up, baby, Perdición (1944), por Double indemnity, La semilla del diablo (1968) por Rosemary´s baby, La jungla de cristal (1988) por Die hard

Por otro lado, y rompiendo una lanza en favor de la profesión de traductor, hay algunos que mejoran al inglés. Un ejemplo es la reciente La ciudad de las estrellas (2017), ya que La la land, por muchas vueltas que le demos, no hay por dónde cogerlo.

Pero debemos detenernos en un caso concreto. Se trata, además, de uno de los mejores westerns de la historia, género, por cierto, del que yo renegaba hasta que vi El bueno, el feo y el malo (1966), además de uno de los más famosos. Hablamos de El hombre que mató a Liberty Valance (1962), con el eterno John Ford dirigiendo a John Wayne, Lee Marvin y James Stewart, por el original The man who shot Liberty Valance.

Como ven, la traducción no se desvía tanto del inglés. El problema es que, gracias al cambio de verbo, «mató» por «disparó», ya conocemos de antemano el final de la película. Sin darnos cuenta, el título nos ha destripado el desenlace, así de sencillo.

Porque la historia que Ford nos plantea tiene, siguiendo el canon de casi todos los filmes del género, uno de sus puntos álgidos en el duelo que mantienen Wayne y Stewart contra el gran Marvin, que interpreta a Valance.

A pesar de ello, y porque este fallo ha pasado prácticamente desapercibido, esta historia de un joven abogado que acaba convirtiéndose en senador de Estados Unidos es una de la cintas imprescindibles tanto de su autor, responsable de una de las películas mejor dirigidas de la historia, La diligencia (1939), como del género, como del cine en general, gracias a su ambientación, lo complejo de sus personajes y las grandiosas interpretaciones de sus legendarios protagonistas, la cámara maestra del maestro…

Era obvio que la última película de Star Wars iba a generar expectación fuera cual fuese su título definitivo; puede que nos hayan destripado parte del metraje, puede que no, pero si la cinta es buena, como en el caso de El hombre que mató a Liberty Valance, salvando, por supuesto, las distancias, acabará importando más bien poco, mientras podamos disfrutar en la butaca de otra dosis de aventuras intergalácticas.

Guillermo García Gómez

Guillermo García Gómez ha escrito 47 artículos en Ciempiés.

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