«Testigo»; thriller galo correcto de lograda atmósfera y ricas influencias
François Cluzet pone su circunspecto rostro al servicio del debutante Thomas Kruithof en un thriller claramente deudor del polar francés y del thriller político estadounidense de los setenta que sabe ofrecer un conjunto sólido pese a no salirse de ciertos clichés del género y de las cintas a las que remite.
A medias entre el thriller político y el conspiranoico, Kruithof sabe conjugar un conjunto rico en influencias y de lograda atmósfera, que sabe maquillar su falta de gran producción con un tratamiento notable de la composición y el montaje, ofreciendo un thriller cocinado a fuego lento que recuerda a La conversación de Coppola y evidentemente al noir galo, el thriller de las décadas de los 50, 60 y 70 que no tenía nada que envidiar al hollywoodiense.
Teñido además de referencias más modernas como el noir nórdico o la frialdad y solidez de cintas como El topo del sueco Tomas Alfredson, Kruithof termina ofreciendo más un estilizado y buen thriller más que una revitalización o ruptura de los códigos del género, resultando menos interesante en su acto final; sin salirse de ciertos clichés y de cierta previsibilidad narrativa.
La entereza de ese ciudadano de a pie que se ve envuelto en conspiraciones y secretos políticos funciona en parte por el buen hacer de François Cluzet y un reparto medianamente bien elegido, aunque los secundarios no resulten tan desarrollados e interesantes; que no evita los ecos de la situación y opacidad de la política actual y su obsesión con el control de la información.
En definitiva, Thomas Kruithof debuta con un recomendable thriller que sabe beber de sus fuentes dentro del género aunque nunca nos aviva o nos mantenga en tensión lo suficiente como la historia hubiera requerido; resultando algo previsible y fría aunque más que notable estéticamente.