«Jacques»; convencional mirada al hombre tras el icónico mito
Clausuró la pasada edición del Festival de San Sebastián y llega ahora a nuestras carteleras la nueva película de Jerôme Salle, una producción que busca sumergir al espectador en las pasiones y en la vida personal del icónico Jacques Cousteau, exponiendo sus luces y sombras para acceder al hombre detrás del mito.
Visto y homenajeado en otras ocasiones en el cine (Wes Anderson en Life Aquatic, por ejemplo) – medio de divulgación documental importantísimo en la pasión acuática de Cousteau -, Cousteau resulta además una figura generacional, un hombre que se atrevió a investigar en las profundidades y a transmitir la pasión por la vida marina y que en sus últimos tiempos fue un vital luchador del ecologismo.
Jerôme Salle teje un relato que puede dividirse en tres etapas; en la primera, se nos presenta a un joven matrimonio Cousteau y sus dos hijos en los inicios de la pasión marina de Jacques y sus primeros pinitos y luchas emprendedoras, apasionado por la exploración y el descubrimiento. En la segunda, ya saltamos a un Cousteau megalómano y ambicioso que realizó muchos viajes y documentales para la industria estadounidense y cerramos en una tercera etapa más crepuscular en la que toma consciencia de la necesidad de la protección del planeta y el medio.
Salle sabe ofrecer una mirada que busca tejer un retrato más allá del mito o icono, descubriendo las virtudes del individuo y también sus sombras (egoísta y mujeriego); lo logra dando gran peso dramático a los que le rodearon en su vida; su sufrida y resistente esposa (Audrey Tautou) y sus dos hijos; uno consciente de no ser el favorito y el más pequeño, Philippe; el que supondrá verdadero protagonista ante el peso que la difícil relación paternofilial obtiene en la cinta.
Aunque evita la mitomanía, Salle jamás se sale del cliché, de cierto prototipo de melodrama que termina resultando frío y lánguido, sin transmitir la fuerza y pasión que un hombre como Cousteau requería (salvo quizás en su parte inicial). Aupándose en exceso en los notables actores que tiene en frente y en un buen trabajo visual del director de fotografía Matias Boucard le aporta la entereza de gran producción que la cinta tiene pero resulta poco original en como retrata los ambientes biográficos de Cousteau, quedándose siempre en una insuficiente zona de confort.
Como ya he mencionado anteriormente, Wilson sabe ofrecer una encarnación del icono contenida y respetuosa, creíble en el carácter que transmite. Merece la pena destacar además a Audrey Tautou como su esposa y a un notable Pierre Niney (quizás el mejor actor joven de Francia) en la piel de Philippe, siendo las secuencias donde padre e hijo aparecen las de mayor valor dramático. Y reseñar además una preciosa partitura firmada por el magnífico Alexandre Desplat, que le aporta un rebosante romanticismo y fuerza que parece resultar demasiado para una cinta fría y demasiado convencional.