«Frantz»; La búsqueda del ansiado perdón en una Europa hundida en la gris realidad y la mentira como sosiego
Uno de los cineastas más interesantes y efectistas en sus virajes filmográficos y temáticos dentro del cine francés, François Ozon; se atreve a firmar una nueva versión del excelente drama pacifista Remordimiento del maestro Ernst Lubitsch, otorgando una respetuosa mirada a la cinta original y explorando temas habituales de su cine (el poder de la ficción, de la mentira) ofreciendo su propia versión al relato en el tramo final.
Situada en la Alemania de 1919, con una tristeza crónica en la nación tras la reciente derrota en la I Guerra Mundial; Adrien llega a la localidad natal de Frantz en busca del perdón a su familia al haberle asesinado en plena contienda entre trincheras. Este encuentra un acercamiento en su viuda y su familia inventándose una amistad anterior con el hijo; otorgando algo de luz en la negra vida de sus padres y de la joven viuda, con la que entabla una relación que se acrecentará en deseo mutuo. Anna recordará paisajes de su amado Frantz y encontrará una mirada feliz hacia un futuro cercano.
En cuanto Adrien, sufridor por su propio engaño, destape la verdad; terminará yéndose de Alemania de nuevo a París. Anna esconderá la verdad a sus padres y más tarde irá rumbo a París en busca de Adrien (este último tramo el original por parte de Ozon). A partir de ese momento, el romanticismo triste que empañaba el conjunto cambia hacia terrenos más jugosos para el cineasta francés, partiendo de las mentiras que se entablarán entre ellos como búsqueda de apaciguar el dolor de la familia y del otro.
Un conjunto visual de precioso blanco y negro que, al entremezclarse con el color del relato soñado y los recuerdos pasados, otorga un poder impresionista de rica fuerza dramática; siendo la cinta más estética del cineasta francés. Una excelente Paula Beer en el papel de Anna, llevando el peso y la empatía del espectador en este juego de espejos y mentiras “ozonianas” y un muy digno Pierre Niney, personifican delante de la cámara un relato de gran poder melancólico y un retrato fiel a una Europa que perdió su fe en sí misma y en donde el poder de la ficción y de la mentira como sosiego anímico vuelven a poner a Ozón en la brillante primera línea del cine europeo.