Tercera película de la saga que pierde en calidad argumental pero mantiene el entretenimiento, dirigiéndose más hacia lo más pequeños
Sony Animation continua explotando su saga animada más longeva y taquillera perdiendo de por medio mayores ideas en el libreto e infantilizando el universo con una premisa simple en la que los verdaderos reyes son sus divertidos personajes y la experimentada mano de Genndy Tartakovsky para los gags y la comedia física más alocada.
La familia de monstruos del Hotel Transilvania va creciendo cada vez más – ahora se incluye un enorme perro de mascota al que el pequeño de la casa llama Bob, presentado en un cortometraje el pasado año – pero Drácula sigue sin ser feliz y se siente sólo, ante su agobio su hija decide sorprenderle con unas vacaciones rumbo a la Atlántida, en pleno Triángulo de las Bermudas en el que junto a muchos otros monstruos turistas viajan en crucero a las órdenes de la capitana Ericka, de la que el Conde se enamorará aunque está esconda un secreto que mete a la estirpe de cazavampiros Van Helsing de por medio.
Tomando conciencia de espectáculo infantil y familiar ligero, sin grandes ambiciones temáticas, Tartakovsky lleva (al igual que sus predecesoras) las virtudes del filme hacia la comedia alocada y física, dejando buen humor y risas ante unos personajes entrañables ya conocidos y con un ritmo frenético acorde con su locura cómica. Sufre un bajón quizás en su tramo final cuando su buen pero simple mensaje y previsibles subtramas se cierran. Una franquicia que parece asumir su papel menor centrado cada vez más hacia los más pequeños pero que sigue resultando un buen entretenimiento gracias a su apuesta por la comedia física chiflada.