«Beautiful Boy. Siempre serás mi hijo»; Carell y Chalamet brillan en este irregular drama que no cae en moralismos
Con la valentía y labor de ofrecer un filme que busca exponer con honestidad la principal razón de mortalidad en menores de 50 años en Estados Unidos sin caer en moralismos ni excesos
Presentada en Toronto y en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, el belga Felix Van Groeningen (director de aquella joya nominada al Oscar llamada Alabama Monroe) debuta en Estados Unidos adaptando las dos novelas autobiográficas de David y Nic Sheff, padre e hijo que narraban su experiencia en su lucha contra las drogas desde los dos puntos de vista; uno desde la lucha incansable por recuperar a su hijo de las drogas y el otro desde la perspectiva del adicto y el porqué de sus continuas recaídas.
Con la valentía y labor de ofrecer un filme que busca exponer con honestidad la principal razón de mortalidad en menores de 50 años en Estados Unidos sin caer en moralismos ni excesos; Beautiful Boy cumple en parte ya que aunque sabe tejer un melodrama duro y cercano a las experiencias de sus protagonistas, resulta un filme de conjunto irregular al no apostar del todo por la crudeza y caer en momentos de naturalismo indie y reiteraciones que decaen la fuerza de su historia; sobretodo su uso de una cuidada selección musical que parecen más un videoclip y no terminan de cuajar con el propósito narrado.
Su honestidad y compromiso con el duro tema que narra – aunque la perspectiva del padre está más dibujada que la del hijo adicto – y sus excelentes interpretaciones protagonistas – Steve Carell, volviendo a demostrar que es un actor todo terreno y dotado para el drama, y el joven prodigio del Hollywood actual, Timothée Chalamet -, aupan un melodrama irregular duro y eficaz en sus intenciones y en el retrato y concienciación de la adicción a las drogas y la lucha contra ellas desde lo individual hasta lo organizativo sin caer en el moralismo aleccionador.