«Qué fue de Brad»; Ben Stiller encarna la crisis de los cuarenta en esta cercana reflexión sobre el fracaso, el pasado y la relación padre e hijo
Tras coger un cierto prestigio como guionista y en las series de televisión (creador junto a Laura Dern de la serie Iluminada), Mike White debuta en el formato cinematográfico con esta cercana reflexión sobre la crisis de los cuarenta, la reflexión sobre el paso del tiempo y las relaciones padre e hijo.
Brad tiene una buena profesión y una familia estable pero aún así se siente insatisfecho; en cierta razón por el aparente éxito y riqueza de sus amigos de la Universidad. Sintiendo una continua insatisfacción; en un viaje por la Costa Este con su hijo para que éste realice entrevistas y decida su lugar para formarse en la Universidad, Brad irá madurando sus reflexiones y se encontrará con sus viejos amigos y nuevas personas que le harán ver sus éxitos y fracasos y la aceptación de las virtudes de la existencia que ha llevado.
Encarnado por un excelente Ben Stiller – rostro habitual y perfecto para encarnar las inquietudes de la madurez -, White teje un relato tragicómico cercano y humano con ligeros toques de acidez cómica que reflexiona sobre las frustraciones de un hombre realizado a causa de una sociedad adicta al éxito y al progreso continuo. Un viaje iniciático en el que se concienciará sobre la maldad de las apariencias (su propia imaginación y la vida real de sus idealizados compañeros) y los valores que ha tejido en su vida; destacando una maravillosa reflexión generacional con su hijo (Austin Abrams) y las diferencias de filosofía de vida y los valores que le transmitirán.
Aunque de puesta en escena humilde que pueda quizás restarle foco y presencia en su trayectoria comercial, White teje una dramedia cercana sobre la crisis de madurez, la insatisfacción para ofrecer un discurso honesto y vitalista que permite reflexionar sobre los valores de la vida y los logros del pasado, sean más o menos ambiciosos. Una de esas películas pequeñas con las que autoreflexionar y valorar las cosas buenas que hemos hecho en nuestra aparentemente anodina existencia.