El tándem formado por Severin Fiala y Veronika Franz se han convertido por méritos propios en una pareja habitual del festival de Sitges. Sus tres largometrajes han pasado por la Sección Oficial del festival causando un enorme hit en la edición de 2014 con «Goodnight, Mommy»; una exploración «hanekiana» sobre las miradas más oscuras alrededor de los lazos maternos. Su sobrio y pulcro estilo se ha mantenido con el paso de los años y ahora retoman temas y van más allá en «The Devil’s Bath»; inspirándose en escritos del siglo XVIII en las tierras más rurales de Austria. Fiala y Franz dejan una de las grandes joyas de esta edición que, además de a su gran padre estilístico Michael Haneke, también se acerca al cine de Bergman (en especial a «El manantial de la doncella») y a la antropología de «The Witch» de Robert Eggers.
Una joven recién casada se muda con su marido a su nuevo hogar; todo parece feliz pero la poca atención de su marido frente a su deseo de ser madre y las propias dificultades y presiones a las que le exigen su contexto de esposa y el trabajo de pesca en el que ayuda a su marido y suegra; empiezan a pesarle enormemente y a hacer de su vida un tedio continuo que la conducen a malos pensamientos.
Si algo brilla en «The devil’s bath» es lo bien que sabe invertir ciertas tendencias del género en la actualidad, como el folk-horror o temas como la brujería desde una perspectiva feminista; aquí, la dupla de cineastas austríacos plantean un retrato realista, antropológico del mal llevado peso que han tenido los dogmatismos en nuestras culturas del pasado; siendo ese elemento el de mayor peso frente a la probable razón del enorme números de suicidios y condenas que había de mujeres en aquella época (y que en muchos casos fueron tildadas de brujas). Aquí lo sobrenatural sólo se encuentra en algún momento puntual, más psicológico que terrenal, ya que el filme sirve más de denuncia frente a la lacra sobre la mujer que han marcado las tradiciones religiosas que en otra nueva revisión feminista desde la mirada de las brujas.
Al final, Franz y Fiala están hablando de salud mental, de una época (la medieval) desgraciada y de la que seguimos descubriendo muchas cosas que nos exponen como sociedad y seres humanos; y no tanto de demonios o brujas. «El baño del diablo» es un contundente drama que se atreve a invertir la mirada de lo sobrenatural hacia lo introspectivo en una de las películas más bellas visualmente de la temporada y que sin duda huele a que tiene muchas opciones de tener presencia en el palmarés; tanto en dirección como en la sorprendente interpretación de Anja Plaschg; una cantante que debuta como actriz con este film.