Festival de Sitges 2023 – Crítica de «Sorcery (Brujería)»
Si algo es habitual en la filmografía del productor estrella de esta película, el director chileno Pablo Larrín, es su interés enorme en la historia de su país, en su pasado y como ello reverbera en su presente. Hemos podido observar tal interés en la reciente «El Conde», su última película para Netflix en la que explora a un Augusto Pinochet convertido en vampiro.
Más atrás, a finales del siglo XIX se sitúa «Sorcery», película que dirige el también chileno Christopher Murray en su primera película de ficción tras firmar tres documentales anteriormente. La película nos presenta a una niña indígena llamada Rosa, que trabaja en una granja junto a su familia que corre a cargo de una familia de colonos alemanes. Tras ensañarse el capataz con su padre, llevándolo a la muerte, Rosa buscará venganza y solicitará la ayuda del rey de una poderosa organización de hechiceros para clamar su venganza.
Es una lástima que «Sorcery», elegante en sus formas y con un tono similar al que nos ofrece el propio cine de Larraín; no saque mayor provecho a su ambientación, siempre fascinante y, porque no decirlo, desconocida para muchos de este joven país latinoamericano. Con una narración que perfectamente hubiera podido obtener una mirada mucho más antropológica y por ende más inquietante y original (como hiciera la celebrada «The Witch» de Robert Eggers) para al final quedarse en un filme sobre la lucha de los indígenas frente a los colonos desde una vertiente más ritual, y en especial un relato de venganza en el que todo momento está en inferioridad ante la corrupción y el poder que el primerizo estado y los colonos sacaban a relucir.
Aún así, «Sorcery» es posiblemente una de las películas más bellas en lo formal de esta edición; y la presencia de la joven Valentina Véliz es fascinante. Pero da la sensación de que podría haber dado para más que contar en el siempre fascinante contexto de los países colonizados y de todo aquel proceso.