Si algo es habitual en la filmografía del productor estrella de esta película, el director chileno Pablo Larrín, es su interés enorme en la historia de su país, en su pasado y como ello reverbera en su presente. Hemos podido observar tal interés en la reciente «El Conde», su última película para Netflix en la que explora a un Augusto Pinochet convertido en vampiro.
Más atrás, a finales del siglo XIX se sitúa «Sorcery», película que dirige el también chileno Christopher Murray en su primera película de ficción tras firmar tres documentales anteriormente. La película nos presenta a una niña indígena llamada Rosa, que trabaja en una granja junto a su familia que corre a cargo de una familia de colonos alemanes. Tras ensañarse el capataz con su padre, llevándolo a la muerte, Rosa buscará venganza y solicitará la ayuda del rey de una poderosa organización de hechiceros para clamar su venganza.
Es una lástima que «Sorcery», elegante en sus formas y con un tono similar al que nos ofrece el propio cine de Larraín; no saque mayor provecho a su ambientación, siempre fascinante y, porque no decirlo, desconocida para muchos de este joven país latinoamericano. Con una narración que perfectamente hubiera podido obtener una mirada mucho más antropológica y por ende más inquietante y original (como hiciera la celebrada «The Witch» de Robert Eggers) para al final quedarse en un filme sobre la lucha de los indígenas frente a los colonos desde una vertiente más ritual, y en especial un relato de venganza en el que todo momento está en inferioridad ante la corrupción y el poder que el primerizo estado y los colonos sacaban a relucir.
Aún así, «Sorcery» es posiblemente una de las películas más bellas en lo formal de esta edición; y la presencia de la joven Valentina Véliz es fascinante. Pero da la sensación de que podría haber dado para más que contar en el siempre fascinante contexto de los países colonizados y de todo aquel proceso.