Festival de Sitges 2023 – Crítica de «La ermita»
Carlota Pereda impactó el pasado año el panorama nacional con “Cerdita», adaptación al largometraje de su homónimo cortometraje, en el que llevaba a nuestro terreno patrio el “American Gothic» rural de filmes como “La matanza de Texas». Un soplo de aire fresco en el cine de género de nuestro país, que se encuentra en cierto “impass» entre los celebrados trabajos de nombres ya habituales como Paco Plaza, o de vez en cuando, Álex De la Iglesia, y productos más mainstream poco memorables.
Un paso hacia un fantástico más accesible es el que da Pereda en “La ermita»; su película de confirmación en un relato que remite al fantaterror de Guillermo del Toro o J.A. Bayona, sin que pierda en el camino varias de sus esencias como directora. Como sus momentos de humor y un enorme interés en los lazos maternofiliales y la relación madre e hija; que por otro lado fundamentan este relato sobre la necesidad de dejar ir y de saber decir adiós.
Carlota Pereda por tanto, dentro de un relato más convencional y menos impactante que su ópera prima, sabe asentarse como lo que es, prácticamente la única mujer que realiza cine de género en nuestro país, en una historia de fantasmas entre el folk vasco, el clasicismo de Shirley Jackson y el fantástico de Del Toro, en el que brilla la química entre la pequeña Maia Zaitegi y una Belén Rueda más que cómoda en un cambio de registro más que disfrutable para la “Scream queen» patria por excelencia.
“La ermita» no sorprende, pero está rodada con solidez y gusto, con tacto en las relaciones de sus personajes, por una cineasta que ha sabido encontrar personalidad en un producto más de encargo y de vocación más comercial.