Es fácil decir que «Strange Darling» resulta tramposa en su construcción no lineal; al igual que lo es de decir que «La sustancia» es poco sutil; pero en ambas hay una conciencia del autor de que lo es para que su dispositivo resulte más eficaz y remarcable. En el caso de la segunda película de J.T. Mollner, parece que nos encontramos ante el típico thriller indie de supervivencia y que juega en tonos similares al subgénero «rape & revenge» desde esa estética «cool» de neones y abrasivos soles de la América profunda.
Pero ese prejuicio y primera idea superficial que podemos tener frente a «Strange Darling» pronto Mollner lo rompe gracias a su trampa con la narración no cronológica – la película se estructura en episodios no ordenados – que va a permitir que el espectador entre en este violento juego entre dos personas que parecía que iban a enrollarse una noche; pero ambos tienen mucho que ocultar y que se nos irá revelando en una eficaz y violenta película de persecuciones que decide ser directa y autoconsciente.
Su espléndida fotografía en 35mm (a cargo del hasta ahora actor Giovanni Ribisi), que reafirma lo adrenalínico y febril de la propuesta, su apuesta por unos giros que generan ambigüedad en unos tiempos en los que los matices ni se exponen, y una de las interpretaciones más vibrantes del cine de género de este año, a cargo de Willa Fitzgerald, hacen de «Strange Darling» una sorpresa imprescindible para los amantes del cine de género y especialmente para los fans de los thrillers de Serie B de antaño.