«La bruja»; un akelarre para recordar
De la mano del director Robert Eggers, que hasta hace poco había sido «solo» diseñador de producción y de vestuarios en un par de películas, nos llega La bruja, película por la que ganó el premio a mejor director en el festival de Sundance.
Esta película de cine independiente, que en un principio podría parecer una típica película de terror psicológico o parapsicológico, sorprende por su agudo detalle histórico, complejidad de los personajes y una atmósfera tan bella como perturbadora, original y tétrica; una curiosa mezcla entre la mitología dentro de un ambiente folk, el fanatismo religioso y la realidad que se va distorsionando con altas dosis de fantasía aterradora. Aunque no vamos a engañarnos, la película miedo precisamente no es que de, más bien se trata de un film mucho más estético y artístico que deja ver toda una serie de cuestiones que se van encaminando hacía la fantasía convertida en realidad, una realidad que nadie creía posible pero que ahí está. A más de uno le vendrá el recuerdo de El bosque de Shyamalan e incluso de La cinta blanca de Haneke. Devastadora.
Lo mejor la película probablemente sean las imágenes goyescas del akelarre final, así como el hecho de que en pleno siglo XXI una película de terror no recurra a las respuestas neuropsicológicas que generan los sustos ni de ningún tipo de explicación religioso-científica del porqué de semejantes sucesos; el director únicamente muestra al diablo encarnado en un animal cornudo y majestuoso que se aparea con hembras humanas en siniestros akelarres a la luz de la luna llena. No hay explicación, simplemente existen.
Sinopsis: Nueva Inglaterra, 1630. Una familia de colonos cristianos, un matrimonio con cinco hijos, se van a vivir solos cerca de un bosque que, según la mitología de la zona, está dominado por el mal. Cuando el hijo recién nacido desaparece y los cultivos dejan de crecer, los miembros de la familia se pondrán unos en contra de los otros sin saber que un mal sobrenatural les acecha en el bosque.
