Festival de Sitges 2023 – Crítica de «Robot Dreams»
Resulta cada vez más admirable la trayectoria tan curiosa y libre que está llevando el bilbaíno Pablo Berger en nuestro cine. Un recorrido de cuatro largometrajes que le ha llevado por la comedia con “Torremolinos 73”, la experimentación con el cine mudo en una “Blancanieves” muy ibérica que le confirmó en el panorama nacional e internacional; para después no acomodarse y ofrecer una comedia alocada como “Abracadabra” y, ahora, se atreve con el siempre sacrificado universo del cine de animación; adaptando la novela gráfica de Sara Varon y sacando partido a las libertades de lenguaje del propio género de animación desde una presentación sencilla y cálida.
Sin ningún diálogo en sus noventa minutos, Berger nos presenta una íntima y universal historia situada en la Nueva York de los ochenta. En la que Perro se siente sólo en su vida vacía y decide comprar y construirse un Robot con el que compartir amistad y tener a alguien a su lado. Todo anda feliz; pero una situación les separará durante un tiempo, quizás incluso de forma definitiva.
Lo que se presenta como una cinta familiar en su sencillo dibujo y su relato de amistad, que deja en suspense por la posibilidad o no del reencuentro. Desde su inicio ofrece un poso melancólico, profundamente íntimo y universal en su retrato de Nueva York, en sus referentes y guiños cinéfilos, y sobre todo en su hondo retrato de nuestro miedo a la soledad y lo ciertamente frágiles que son nuestras relaciones personales (sean de amor o de amistad).
Todo ello enriquecido por un director que aprovecha las libertades expresivas del cine de animación, con ricas fugas surrealistas que además permiten ahondar en los temas antes citados, y que nos sumerge aún más en lo cinematográfico de la experiencia. Transformando a “Robot Dreams” en otro nuevo hito de la animación española, en otro paso adelante que no tiene nada que envidiar en su poso y corazón a los mejores títulos de Pixar o el Studio Ghibli.
