Festival de Sitges 2023 – Crítica de «Vincent debe morir»
Ya desde el padre de todo esto, George A. Romero, construyó en su mítica versión del zombie o muerto viviente, una criatura que además de icono del género, serviría como parábola social; como reflejo de los miedos del ser humano y de la sociedad de su tiempo. Ese constructo teórico alrededor del zombie alimenta una de las películas más estimulantes hasta el momento que hemos visto en la Sección Oficial del Festival de Sitges: «Vincent debe morir», debut en el largometraje de Stéphan Castang; que tenía un pequeño papel en la aplaudida «La nube», de Just Philippot.
La película sigue el día a día de Vincent (estupendo Karim Leklou), un joven con puesto de liderazgo en su empresa, que ve como de repente y sin razones aparentes se ve agredido por algunos compañeros de trabajo, sin motivo aparente, en unos ataques de frenesí e histéricos que les duran unos segundos, para después, no acordarse de lo sucedido y no entender el porqué de esa agresión. Ello irá amplificando a gente desconocida en las calles y Vincent dará online con un grupo de personas que tiene ese mismo «don» maldito que él tiene.
Castang construye una película extraña, que quizás merece una mayor y profunda dilucidación fuera del ajetreo y ritmo frenético de un festival. Una fábula tragicómica que le sirve de parábola de nuestra era; una mirada con toques de filme apocalíptico y drama naturalista a esta época de violencia creciente, de unos medios de comunicación que alimentan la histeria, unas redes sociales que nos apartan aún más del mundo real y que dificulta nuestra construcción de lazos y relaciones sólidas. Todo ello aderezado por toques de humor negro y seca violencia, que otorgan un elemento de hiperrealismo a la parábola construida.
