«El Club»: Lobos bajo piel de sotana

Nota:

Con estética sucia que envuelve a crudeza del tema de los abusos a menores por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica, Pablo Larraín dirige una devastadora cinta que no se queda en el morbo de la superficie sino que intenta, y consigue, ahondar en el comportamiento de los personajes. Unos curas recluidos de la sociedad por su oscuro pasado en una casa cercana a la costa será el punto de partida de una historia que poco a poco se irá haciendo cada vez más escabrosa. Los antecedentes de los protagonistas no tardarán en salir a la luz a partir de la aparición de una de las víctimas.

Sin que los hechos de abusos bajo el manto del catolicismo sean una sorpresa para nadie, el director ha tenido el acierto de no prejuzgar, e incluso presentarnos unos personajes, muy bien interpretados por todos los actores, con los que se puede llegar a empatizar, guardando las distancias. Con un guión de inteligentes diálogos que son la pieza clave para entender los comportamientos de los protagonistas; los discursos saldrán de sus palabras y no de otras externas, dejando que la historia fluya por sí misma, sin artificios y de manera contundente.

Un fotograma de la película donde se aprecia la gran fotografía de Sergio Amstrong.

Es una película incómoda, dolorosa de ver. Aunque no aparecen escenas explícitas, el lenguaje y la manera en la que los personajes interactúan, relatando hechos con pelos y señales se nos hace suficientemente insoportable. Junto a ello, la fotografía de la cinta, sucia en ocasiones, con planos casi siempre cerrados, contribuye a crear una atmósfera cerrada y angustiosa, y en otras crea bellas composiciones de paisajes o del pueblo, así como contraluces de gran factura. Además, una acertada banda sonora que mezcla sonidos religiosos con un halo de misterio que en ocasiones nos hace estar ante un auténtico thriller psicológico.

El Club no es sólo una cinta de denuncia de los abusos a menores de la Iglesia Católica, sino a la Iglesia en general, poniendo en duda continuamente lo que ellos llaman fe o de cómo esconden sus vergüenzas inventando mártires en vez de castigar a los culpables. Todo ello de manera sutil, sin dejarlo masticado, para que sea el propio espectador el que decida.

Gabriel Martínez Ruibal

Gabriel Martínez ha escrito 143 artículos en Ciempiés.

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