«House of Cards (Temporada 4)»: Los Underwood desde dentro

Antes de leer: Esta es una crítica libre de spoilers de la cuarta temporada, incluso podría decir que también para los blasfemos que aún no han empezado la serie (o vayan algo aletargados). Por ello recomiendo, por no decir ruego, que, más importante que leer cualquier reseña, levanten sus culos de adictos a productos de fácil digestión y se atrevan a degustar uno de los mejores platos televisivos de esta década.

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Si algo nos ha enseñado House of Cards durante sus tres temporadas es que la política, entendida como mera consecución de poder, es la peor de las mafias y la democracia, tal y como ellos la entienden, la caja bajo llave donde esconder sus mentiras contando con el consentimiento del pueblo. Juegan sin escrúpulos a ser dioses, sin dar la cara ni mancharse las manos: si no consiguen tu lealtad, conseguirán tu obediencia. Todo mostrando su mejor sonrisa y sus palabras más cercanas. Así se comportan y así siguen haciéndolo Frank y Claire Underwood en esta cuarta temporada. Tras treinta y nueve episodios de maquiavélica escalada, donde hemos podido ver que en la política es ansia de poder es capaz de absolutamente todo.

Robin Wright y Neve Campbell, una de las nuevas caras de la serie.

En esta ocasión, bajo la atmósfera de la campaña presidencial, nos encontramos ante una temporada más íntima, donde ocurre lo que inevitablemente se venía presintiendo desde casi sus inicios. La pareja formada por los Underwood que vive por y para conseguir poder, desde dentro. Se abre una nueva dimensión donde quien estaba a la sombra cobrará muchos más protagonismo: lo que hay tras el poder es el miedo, remarcado en una terrorífica secuencia final que promete un giro de altura para la próxima temporada.

Aparecen fantasmas del pasado, esos a los que creyó matar a sangre fría o a los que utilizó como mero cebo para su ascenso por cuenta de su sufrimiento, en forma de ensoñaciones que serán casi la forma de pedir perdón, y sin embargo como no puede ser de otra forma acabarán siendo pasto para el ego. Capaz de sacar beneficio incluso de desgracias propias, comportándose como auténticos lobos (cerdos) por y para el pueblo. Aunque hay que aplaudir la labor de los guionistas en este aspecto, pues consiguen que el espectador continúe sintiendo cierta empatía por los protagonistas. Porque a decir verdad, esa forma cínica de comportarse no llega tanto al público al que hace cómplice, al romper la cuarta pared, como esa seguridad con la que actúa que se nos hace envidiable, en el mejor de los sentidos.

Kevin Spacey y Joel Kinnaman.

Personajes secundarios que toman igualmente una nueva dimensión. Comenzando con Doug (Michael Kelly), uno de los mejores personajes de la serie, que vuelve a ser el perro más fiel de Frank. Aparecen antagonistas republicanos, los Conway (Joel Kinnaman y Dominic McElligott), que se comportan como estrellas del pop, o imbéciles. El reclamo de la periodista freelance, Kate Baldwin (Kim Dickens); un breve pero gran acierto de la temporada. El regreso de la figura del investigador independiente que no tiene miedo a conocer la verdad, puesto que la conoce, con el rostro de Tom Hammerschmidt (Boris McGiver), aquel jefe de Zoe Barnes (Kate Mara) en el Washington Herald. Además, cuenta con dos caras nuevas como son Neve Campbell (aquella adolescente de la saga Scream), que nunca ha tenido un rol tan serio, en el papel de Leann Harvey, asesora de la segunda dama, y Ellen Burstyn (El exorcista (1973) o Réquiem por un sueño (2000)) como la madre de Claire. Sólo por nombrar a los más destacados, el resto con tramas de no menos interés y encajadas brillantemente con el universo Underwood.

Una cuarta temporada que no decae y, sin ánimo de comparar con las anteriores porque no creo que haya una mejor que otra, está a la altura de las circunstancias. Una serie que veo necesaria, no sólo por los tiempos que corren, sino por mostrarnos de manera explícita lo que se esconde sobre los hilos de los gobernantes; quizás a veces algo engalanado, pero sin duda se acerca a una realidad que no quieren que veamos.

Gabriel Martínez Ruibal

Gabriel Martínez ha escrito 143 artículos en Ciempiés.

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