«Eddie the Eagle», entretenida con tópicos emocionales
«Lo importante en la vida no es el triunfo, sino el esfuerzo». Palabras de Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, que definen exactamente como, tanto en el deporte como en la vida lo importante no es llegar a la meta primero, sino el camino que se anda y disfrutar de éste con gran afán, con el fin de superarse a uno mismo día tras día.
Basada en la historia real de Michael «the Eagle» Edwards, ésta película nos muestra ese ansia de conquista, superación y admiración que un niño puede tener con cualquier deporte. En esta ocasión nos encontramos con un joven chico llamado Eddie con un problema motor en la rodilla. A medida que se hace mayor, su ambición por participar en los JJ.OO. crece tan rápido como su rodilla parece recuperarse, más motivos para creer. Con una madre enternecedora y que le apoya, y un padre que lo único que hace es diezmar sus sueños, Eddie descubre que su destino, en realidad, es la nieve. El joven esquiador británico conoce así a Bronson Peary, un cascarrabias que dará desilusiones y motivación a partes totalmente desiguales al protagonista, convirtiéndose en su entrenador para los Juegos Olímpicos de Invierno.
De la mano de Dexter Fletcher, director de Amanece en Edimburgo (2013) y Wild Bill (2011), nos llega el biopic sobre el esquiador británico repleto de momentos emotivos, complacientes para el público y entrañable, aunque también está cargada de los tópicos agradables y desmotivacionales característicos de una película de este tipo. Consiguiendo el objetivo de satisfacer al espectador, cabe destacar el minucioso cuidado que se ha tenido en representar la historia de este deportista al pie de la letra, cuidado que tal vez deberían haber puesto también a las escasas escenas de efectos especiales.
Representando al protagonista topamos con un Taron Egerton al que tal vez le ha costado adaptarse a este papel. Cierto es que parece ser un papel difícil, pues la cantidad de gestos faciales que expresa el personaje puede resultar repetitiva y hacer llegar a pensar que Eddie padecía algún trastorno mental. Sin embargo, en numerosos momentos dichos gestos son apreciablemente sobreactuados, quedando un ejercicio muy artificial. Hugh Jackman sorprende con un papel que, aunque se parezca al tipo rudo y figura a seguir que le caracteriza (me refiero a Wolverine), va más allá, pues su personaje se transforma y no sólo eso, sino que además queda enfocado como un hombre que está tocado emocionalmente pero que actúa como un motivador entrenador y cercano amigo. Christopher Walken aparece apenas 30 segundos en la película. Decente en su breve aparición, no se puede decir más.
Esta película podría ser la solución a algún viernes que no te apetece salir y quedarte en casa, pues no supone un guión complicado y para nada exige un seguimiento cuidadoso del hilo de la historia. Sin embargo, y como he comentado antes, el filme tiene un estrecho y fidedigno reflejo de la realidad comprobable con una pequeña investigación sobre el saltador británico.