Pánico en la escena

No temáis, soy vuestra mamaíta ita ita… ¿Tengo la voz gruesa? Es que estoy afónica.

Bajo el influjo de lo habitual se erige lo sospechoso, lo natural se torna en una fantasía incómoda. Ni se te ocurra parpadear ante la pantalla. Miedo, asco, sangre, dudas, misterio, preocupación, repugnancia…

La parada de los monstruos de los treinta a los cincuenta, crímenes en el museo de cera con el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de cuando algunos comenzaban a caminar con zombies otros eran invadidos por ladrones de cuerpos, la mujer pantera con los ojos de Simone Simon.

Stevenson, Stoker, Shelley, Wilde y Poe tuvieron más que culpa y las más de mil vueltas de tuerca después de Henry James.

Del Frankenstein de Boris Karloff, pasando por el de De Niro, al Hombre Lobo de Claude Rains, omitiendo el de Del Toro. Un Drácula que pasaba de Bela Lugosi a Christopher Lee sin dejar de lado al Gary Oldman de Bram «Coppola”.

Roger Corman con su serie b, el giallo de Dario Argento y Mario Bava, el terror exploitation de Jess Franco y un Hitchcock que nos contagió el pánico por los pájaros y los cuartos de baño.

Los zombies de Romero marcaron tendencia hasta bien entrados los 2000, lo paranormal vino de Carrie para pasar al terror con acné de Jason en un Viernes 13, hasta una señal de muerte en la TDT. Una cama sanguinaria devorando a Johnny Depp. Posesiones infernales que nos dejaron terroríficamente muertos para acabar luchando contra el ejército de las tinieblas.

Los niñatos del pueblo de los malditos, que intercambiaban cromos con los chicos del maíz, un payaso siniestro que asesinaba al de Micolor; además de un juguete primo hermano de Satán, la paranoia de Mia Farrow con el demonio en el cuerpo de forma literal.

Salid cabritillos, salid…

Gabriel Martínez Ruibal

Gabriel Martínez ha escrito 143 artículos en Ciempiés.

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