Llega a las carteleras otra nueva adaptación de una novela de John le Carré, ofreciendo una mirada al espionaje bastante plana y poco sorprendente, siendo su notable reparto quien le otorga vida a sus personajes y al trasfondo del relato.
Con el punto de partida tan “hitchcockiano” del hombre de a pie convertido en persona clave en el entramado de espionaje que se nos narra, se inicia esta obra falta de personalidad tras la cámara y en el que la narración literaria de le Carré y varios miembros del reparto son los grandes pilares para que resulte entretenida.
Un filme en el que ver a un enorme Stellan Skarsgard como el criminal de la mafia rusa perseguido y que ha de ser ayudado al que el actor sueco dota de gran humanidad y de humor, muy alejado de su registro habitual; y por otro lado como el otro secundario desde dentro de la inteligencia británica (Damian Lewis) aporta un gran sarcasmo y junto a él termina dejando en la sombra a su atractiva pareja protagonista.
Ante la falta de personalidad de Susanna White tras las cámaras, la cara crítica sobre nuestra burocrática época, el capitalismo y sus corruptelas que siempre otorga el espionaje de le Carré consiguen que finalmente la propuesta resulte un buen entretenimiento aunque no otorgue nada nuevo al espectador más habituado al cine de espías.