El cine es contingente, pero la comedia es necesaria

La comedia es el género por excelencia. Una línea cómica bien expuesta encierra una cantidad infinita de significados. Gracias a la carcajada, un autor, o un actor, puede transmitir un mensaje mucho más profundo y enrevesado que todos esos imitadores de Bergman que venden pastiches de bagatelas hechas de jirones mal cosidos de El séptimo sello (1957) o Como en un espejo (1961) como si fueran filosofía existencial. Pero algo tan sencillo, y a la vez tan universal, como la risa, tiene la extraordinaria cualidad de tener sentido por sí misma: aunque el espectador no capte todos los matices que escondan una escena o una frase, los aspavientos del actor consiguen sacarle una sonrisa por el puro histrionismo. Buster Keaton y Charles Chaplin fueron los maestros absolutos de este género, con innumerables ejemplos e imágenes imborrables que sin duda se nos vienen a todos a la cabeza. Veamos ahora una serie de películas cómicas para todos los gustos que consiguen cumplir con creces su finalidad.

La fiera de mi niña (1938)

Todas las palabras que se escriban para alabar a esta cinta serán insuficientes. Clásico, obra maestra, una de las cumbres del cine… En fin, quien no la haya visto debería hacerse un favor y disfrutar de ella esta misma noche, o esta misma tarde, o esta misma mañana; en realidad, da igual cuando lean esto: véanla.

Howard Hawks dirige a Katharine Hepburn y Cary Grant en la desternillante historia de un paleontólogo que busca el hueso de dinosaurio que le falta y que siempre se acaba topando con una pizpireta adinerada que quiere impedir a toda costa que complete su gigantesco esqueleto, todo ello acompañado por un leopardo zalamero y con ganas de ocupar minutos de metraje. Para el recuerdo quedará la escena en que Grant, ataviado únicamente con una bata de mujer, tiene que perseguir al perro, que ha enterrado el famoso hueso, de Hepburn, lo que lo obliga a levantarse en repetidas ocasiones de la mesa en que están cenando. Imprescindible en todos los sentidos y a todos los niveles.

Ser o no ser (1942)

Una de las películas más valientes de la historia. Ernst Lubitsch dirige a un grupo de comediantes que se ve inmerso en una trama conspiratoria que acabará con el derrocamiento del mismísimo Adolf Hitler. El director emplea diálogos disparatados, inteligentísimos, divertidos por lo corrosivo de su naturaleza para ridiculizar al Tercer Reich alemán en una época poco propensa para ello; recordemos que la película es de 1942.

Espías internacionales, muertos que no lo están tanto y un espectador que siempre se ausenta del teatro en el momento oportuno durante las representaciones de Hamlet, todo ello al servicio del amante del cine.

Con faldas y a lo loco (1959)

Cómo no, Billy Wilder. Jack Lemmon y Tony Curtis se travisten para huir de la mafia e intentar conquistar a Marilyn Monroe en la época de la Ley seca al ritmo de su propia música.

El director austríaco, por si todos estos ingredientes no fueran suficiente aliciente para disfrutar por entero de esta cinta, nos regala la que probablemente sea la mejor frase final de la historia del cine. Si no la han visto todavía, ya saben: «Nadie es perfecto».

 La última noche de Boris Grushenko (1975)

Esta película de Woody Allen, además de llevar uno de los títulos peor traducidos de la historia: el original es Love and death, ahí es nada, podría ser, plausiblemente, una adaptación marxista, de los hermanos Marx, se entiende, de Guerra y paz.

El atormentado Boris vive en un pequeño pueblo ruso de principios del siglo XIX. Por culpa de un desengaño amoroso -ay, Diane Keaton-, este pacifista convencido se ve obligado a alistarse en el ejército para repeler a las tropas napoleónicas, y las circunstancias hacen que se transforme en un traumatizado héroe de guerra.

Ver manejar al apocado director de Brooklyn armas de fuego de la Rusia zarista debería ser motivo suficiente para ver esta película, si aun así no se conforman, no se pierdan unas imágenes finales, con Allen de la mano de una representación más hilarante que aterradora de la muerte, para enmarcar.

Un pez llamado Wanda (1988)

¿Cómo podían los inefables Monty Python fuera de una lista de películas cómicas? Habría sido impensable, ¿verdad? Pues aquí está. Esta cinta ha sido elegida en detrimento de otras como Los caballeros de la mesa cuadrada (1975) o La vida de Brian (1979) al ser esta más internacional -cuenta con actores como Jamie Lee Curtis o Kevin Klein-.

En esta obra, John Cleese nos cuenta las peripecias de un grupo de atracadores para recuperar su botín perdido. No la vean mientras están comiendo, pues hay una escena que podría hacer que se ahogaran; si no saben cuál sólo les diré que se fijen en las patatas fritas, y hasta ahí puedo contar.

Amanece, que no es poco (1989)

La comedia más surrealista del cine español. José Luis Cuerda nos brinda la posibilidad de perdernos en un pueblo montañés de Albacete en el que suceden cosas un tanto extrañas: toda la población comparte una profunda admiración por Faulkner, los hombres brotan de las tierras de labranza, las prostitutas son elegidas democráticamente…

En el imaginario colectivo de los espectadores quedaron los sublimes diálogos, de una comicidad increíble, las frases para el recuerdo, como «Yo podría haber sido una leyenda… o una epopeya si nos juntamos varios» o «yo he pensado que también me interesaría ser intelectual, como no tengo nada que perder», a Gabino Diego haciendo de estudiante de intercambio… En fin, les sobran los motivos para verla… de nuevo, espero.

 Una terapia peligrosa (1999)

Un capo mafioso entra en crisis existencial y recurre, más bien obliga, a un psicólogo hundido en la rutina para que lo ayude. Tarea sencilla para él si no fuera por el peligro constante, los muertos que caen de las ventanas durante las bodas, los disparos a los cojines o las reuniones de gánsteres a las que debe acudir forzosamente.

Divertidísima comedia de Harold Ramis, uno de los Cazafantasmas, que, con un reparto de lujo encabezado por Robert De Niro, Billy Crystal, Lisa Kudrow y Chazz Palmintieri, nos cuenta los recovecos emocionales de un mafioso crepuscular, fan acérrimo de El Padrino (1972), que nos mostró la vis comica de De Niro.

Notting Hill (1999)

Antes de empalagar al mundo con Love actually (2003), el guionista Richard Curtis se dio a conocer con esta comedia romántica, quizá el paradigma de todas ellas, ambientada en Londres y protagonizada por Hugh Grant, un librero dueño de una pequeña y decadente tienda, y Julia Roberts, una famosa actriz norteamericana, sí, también en la película, que acaban enamorándose.

Previsible desde el primer minuto, la película nos brinda dos imágenes, eso sí, dignas de recordar. La primera es la de Grant con unas gafas de buzo en una sala de cine, para hilaridad de su famosa acompañante, y la segunda, quizá la más famosa, la del despreocupado compañero de piso del joven inglés posando en calzoncillos para la prensa rosa, atraída por los ecos de la actriz, en la puerta de su casa. Comedia edulcorada pero que logra sacar una sonrisa al espectador, que ya es decir.

Life aquatic (2004)

Wes Anderson nos sumerge, literalmente, en el mundo de un documentalista submarino crepuscular al que de repente le toca lidiar con un hijo que desconocía. Un reparto excepcional, presidido por Bill Murray, Cate Blanchett, Owen Wilson, Willem Dafoe, Michael Gambon y Anjelica Huston, junto con su genial guion y brillante dirección y la música de David Bowie, hacen de esta película una de las mejores de su director.

Los inteligentísimos diálogos esconden, detrás de cada pausa, de cada silencio, de cada palabra no dicha, un profundo sentimiento de amargura, disfrazado de un humor tan negro como las profundidades de ese mar que tanto se le resiste al protagonista, y que hacen de la cinta un ejemplo perfecto de comedia. Imprescindible.

Guillermo García Gómez

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