«Blade Runner 2049»; Villeneuve retoma con su personalidad la continuación de un hito cinematográfico

Aprovechando su salida en mercado doméstico, os traemos este nuevo análisis de Blade Runner 2049

Una de las cintas más esperadas del año llega a los cines para retomar y reformular muchas de las ideas de la cinta original de 1982 dirigido por Ridley Scott; cumpliendo con las altísimas expectativas que supone continuar el universo de uno de los grandes hitos cinematográficos de la ciencia ficción y una de las películas que con más fuerza influenció el séptimo arte contemporáneo y otras artes y medios audiovisuales.

Un joven Ridley Scott formuló en 1982 una de las grandes obras de la ciencia ficción (y de la historia del cine en general) tomando como base la popular novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Ahondando en una apabullante y poética estética visual con la que Scott construyó desde un relato deudor del noir clásico profundas reflexiones sobre lo que significa ser humano; la muerte, la creación, las emociones o la identidad. Siendo base estética para el resto del género que vendría posteriormente tanto en el cine (Matrix) como en otras disciplinas como la moda, la televisión o el cómic (en especial en el anime japonés con las icónicas Akira y Ghost in the Shell).

35 años después del polémico estreno de la primera entrega (fracaso en taquilla y crítica que se tornó en obra de culto magnánima para muchos con el paso del tiempo), Scott solo recoge el testimonial papel de productor ejecutivo y deja las labores artísticas y cinematográficas al genial cineasta canadiense Denis Villeneuve, que confirma su posición en primera línea dentro del cine de Hollywood, sin ver resquebrajados sus elementos autorales y particularidades narrativas (al igual que Nolan, por ejemplo) llevando a sus formas más atmosféricas el universo de Blade Runner.

Con la excelente colaboración del maestro Roger Deakins en la fotografía y Joe Walker en la edición, Villeneuve coge la continuación directa formada por Hampton Fancher (guionista de la primera entrega) y Michael Green en el libreto para la secuela y teje una cinta que homenajea y muestra pasión por la magistral obra original pero que sabe ofrecer una mirada independiente y unas formas que se sustentan por ella misma, sin recaer en la facilona nostalgia. Destacando el diseño que Villeneuve crea, aún más pesimista y polvoriento, ahondando en lo yerma de la tierra y en un planeta caduco en el que el hombre ha explotado sus recursos y lo ha aniquilado con su radioactividad (especial atención a la secuencia en la desértica y asolada Las Vegas).

Blade Runner 2049 sigue la investigación de K (Ryan Gosling), un blade runner de secos métodos que busca resolver un extraño secreto que podría romper el dividido orden social y que le llevará al encuentro de Deckard, desaparecido desde hace treinta años. Villeneueve teje un relato que se construye claramente en la investigación detectivesca de K, para a partir de ello reflexionar sobre la identidad y la memoria; y ahondar con mayor fuerza en la figura del Replicante y con ello en las capacidades humanas, en el mundo sin emociones que hemos construido nosotros mismos y en el que los mesiánicos lideres de multinacionales dominan el orden social, personificadas aquí en Wallace, interpretado por Jared Leto.

Villeneuve construye la cinta desde su forma visual, desde la composición del encuadre cómo un espacio en el que habitan sus personajes, una distopía llena de muchas preguntas en las que el cineasta parece saber más que nosotros, desvelándonos con habilidad sus respuestas poco a poco (aunque acertadamente no todas). Una imagen apabullante, construida a partir de su desolado y tecnificado espacio y un genial uso de la luz y su coloración con la mano del magistral Roger Deakins tras el objetivo, convierten a Blade Runner 2049 en la cinta más hipnótica visualmente del año. Respetuosamente fiel al original aunque sabiendo encontrar su propio lugar, destacando el talento hacia las frías y enigmáticas atmósferas por parte de Villeneuve.

Gosling cumple más que bien como el Agente K – personificando en su personaje la apatía emocional del futuro y un verosímil retrato de la soledad, paliado solamente por una IA llamada Joi que interpreta una fantástica Ana de Armas – y Ford como Deckard coge la fuerza en su parte final, ofreciendo una dimensión crepuscular y emotiva al personaje más que creíble y que va más allá de la iconografía a la que remite. Al igual que en la primera entrega, vale la pena destacar la enigmática composición de los personajes femeninos; sobretodo el que forma Ana de Armas como Joi – interés romántico y confidente de K, que permite reflexionar sobre la Inteligencia Artificial como ya hizo Her de Spike Jonze – y la belga Sylvia Hoeks como Luv; fiel y bestial mano derecha de Wallace, y que surgen como revelaciones de esta nueva entrega.

Blade Runner 2049 tiene vida propia por si misma sin dejar de evocar la fuerza del original de Scott; ofreciendo una cinta más fría y atmosférica que la original y también con una trama de mayor presencia; profundizando en los temas existenciales de la obra original como los de la identidad, la memoria o la soledad y la tecnología. Ahondando con mayor fuerza en las lecturas sobre la lucha de clases y la rebelión que en la original. Quizás ciertas decisiones de guión o una frialdad escénica no permiten que esté al mismo nivel de excelencia que la original – y echamos de menos la romántica banda sonora de Vangelis -; pero sin duda los fans estarán más que satisfechos con esta continuación en la que Villeneuve ha sabido converger sus formas para ahondar en las profundas ideas de la cinta original.

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Jose Asensio

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