«The Place: El precio de un deseo»; Paolo Genovese sigue en los relatos corales con un filme de dilemas y premisa jugosa que no termina de ahondar en la mala baba que plantea desde una dirección demasiado plana
Un hombre sentado durante muchas horas en el bar The Place ve como diez personas van y viene a hablar con él. Éste les da indicaciones sobre cómo satisfacer los propios deseos
Tras el gran éxito comercial de Perfetti sconosciuti (con exitoso remake español firmado por Álex De la Iglesia el pasado año, la cinta más taquillera de nuestro cine el pasado año), Paolo Genovese ofrece en su nuevo filme la coralidad actoral y de personajes de aquella planteando de nuevo dilemas morales y un retrato algo gris sobre el egoísmo y las frustraciones del individuo contemporáneo; aunque esta vez su juego se cae y no mantiene el mismo interés y mala baba del filme antes citado.
Un hombre sentado durante muchas horas en el bar The Place ve como diez personas van y viene a hablar con él. Éste les da indicaciones sobre cómo satisfacer los propios deseos; de hecho, estipula con ellos un auténtico contrato. Ambos buscan satisfacer sus deseos y la recompensa es algo que desean fervientemente; recuperar la vista, ser más guapa o salvar del alzheimer a su marido entre otros dilemas.
Desde una premisa atractiva y que busca de nuevo ofrecer un retrato oscuro del egoísmo humano, Genovese se rodea de un coral reparto lleno de talentosos nombres del cine italiano liderados por el hombre que plantea las indicaciones, un siempre impecable Valerio Mastandrea y rodeado de nombres como Alba Rohrwacher, Marco Giallini o Sabrina Ferilli que aborda dilemas y subtramas que se van entrelazando por el propio poder del protagonista pero que flojea en su fuerza y mala leche.
Resultando en líneas generales un filme de formas corales y teatrales con menos garra y sin destellos tras la cámara perdiendo fuelle en su avance y entresijos del libreto, aunque el planteamiento de base y los notables actores mínimamente nuestra atención si que da la sensación de que Genovese podría haber retorcido algo más el planteamiento y a subtrama de interés romántico entre el protagonista y una camarera del bar coge un ñoño protagonismo que afloja aún más su aparente intención atrevida.