Con altas expectativas al adaptar el best-seller de Deborah Moggach; Tulip Fever está producida por los Weinstein (previamente a los escándalos), adaptada por el oscarizado Tom Stoppard (Shakespeare in love) y con un reparto lleno de grandes nombres todo parecía llevar a la cinta a los Oscar; pero el resultado es frío, inconexo y tremendamente decepcionante.
Ambientada en la Holanda más próspera, en pleno Siglo XVII; Sophia (Alicia Vikander), una huérfana joven y bella sale del convento para casarse con un viudo mercader de la nobleza (Christoph Waltz) al que dar un heredero. El marido contratará a un joven pintor (Dane DeHaan) para realizar un retrato que les inmortalice, ambos tendrán una apasionada aventura a espaldas del viudo y desearán salir de Amsterdam para comenzar su relación lejos de allí metiéndose en el ilegal pero acaudalado mundo de las inversiones en tulipanes.
Con la sensación de confort y eficiencia que el cine académico venido de Gran Bretaña nos suele dar, Tulip Fever resulta una dura losa para estos productos al no funcionar en prácticamente ningún elemento, a causa de un guión que busca abarcar muchas subtramas y de dramas entre los personajes a veces previsibles o que rompen la credibilidad. Unos actores de primer nivel – a destacar la entereza dramática de Alicia Vikander y el papel de la criada interpretado por Holliday Grainger – que se pierden ante personajes más interesantes como individuos que en la construcción dramática que les une, acompañado por unas subtramas que no convencen al conectar – frías y sin la relevancia suficiente – y un clímax final inverosímil y que peca de excesivos giros. Un grave batacazo difícil de salvar.